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27.2.05
La ética de la Luftwaffe
Un tebeo que leí hace una semanas y cuyo comentario se me estaba aquí arrinconando es El As Enemigo: Guerra en el cielo. Que se me arrincone es terrible porque mi memoria es frágil y se me olvidan las cosas que quiero decir. Ustedes ya saben de mi devoción por el guionista irlandés Garth Ennis. Ya les dijen que me gusta hasta cuando se pone burro porque comulgo con su burrez.
A Ennis le va el género bélico. No deja de ser curioso porque es un género ciertamente olvidado en los últimos tiempos. Pero nuestro hombre, al amparo del éxito, cada vez más lejano en el tiempo, de su fabuloso Predicador, le va dando a ésto de las historias de guerra. Y lo hace en diversos frentes: de la comedia burra en honor a Los violentos de Kelly llevada a su extremo (La brigada de los fusileros) a las historias bélicas de corte contundente y nada propagandísticas que va desgranando en la, a mi juicio excelente, serie War Stories.
El As Enemigo se decanta claramente por el camino de ésta última, aunque evidentemente no se trata de la recreación más o menos ficcionada de un suceso bélico real. Aquí la ficción es total dado que Enemy Ace es un personaje de ficción, un émulo del célebre Barón Rojo creado por Bob Kanigher y el maestro Joe Kubert en 1965, como complemento a las historias del Sargento Rock en las páginas del número 151 de Our Army At War.
Ennis rescata al Barón Von Hammer y lo lleva a la Segunda Guerra Mundial, al frente ruso. El As Enemigo es una máquina de matar, una fiera que se desenvuelve con soltura en la guerra y sólo ahí encuentra sentido a su vida. Pero también es un militar prusiano que desprecia a las SS y al régimen nacionalsocialista. No es un elemento novedoso el mítico odio y la poca simpatía del militar prusiano de carrera hacia los advenedizos y crueles oficiales nazis. Los horrores de la guerra, el descubrimiento del exterminio (de la población rusa, de los campos de exterminio) y la dualidad moral del antihéroes forman parte del nucleo duro de la historia. Pero Ennis se deja llevar también por su talante burro. Se burla exageradamente del nazi al mando de la base, lo ridiculiza en extremo. También se suelta a la hora del detalle gore, humorístico en el despiece aéreo humano y especialmente cruel en el pasaje del aterrizaje forzoso en Leningrado, casi mudo, visualmente intenso, pero con detalles como el canibalismo al que recurre la población rusa. Luego, curiosamente, nos ahorrará, via elipsis, la visión de los holocausto judío.
Quizá ésta ambivalencia entre la cotundencia, lo burro, lo gore y lo moral no acabe de cuajar del todo, pero vamos, no es nada grave. En la parte gráfica tenemos al detallista, pero algo estático, Chris Weston (El Asco) y a un veterano profesional de la talla de Russ Heath muy curtido en esto de los tebeos de guerra. De todas formas, y más en el caso del primero, las contiendas aéreas resultan algo confusas. Y es que esto recrear la guerra en el cielo no debe ser fácil en términos de narrativa gráfica, por mucho que pueda parecérnoslo a los que hemos leído las historias de Tanguy y Laverdure o el As de Pique de Juan Giménez.
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