La Casa de los Mil cadáveres me pareció una estupenda película de género. Una entregada evocación de La Matanza de Texas con un estupendo look psychogarajero y un delirante y malsano final que la acercaba a eso de La Nueva Carne. No era, por tanto, lo mismo de siempre y encima me pareció tan barroca como fresca. Y ágil. No pasa los mismo con su secuela.
El tono es bien diferente. Las referencias al clásico de Tobe Hooper y a Las Colinas Tienen Ojos se mantienen, pero aquí la vista se detiene en la mística del outsider. Donde antes había guitarras fuzzys ahora hay slide guitar y country'n'western. Nada que objetar por ahí. El problema está en que Rob Zombie no calcula bien y se le va el filme. Lo alarga demasiado. Diálogos, escenas..- además de presentar situaciones incomprensibles. No deja de ser curioso que siendo diferente a la anterior dé la sensación de ser más de lo mismo.
También es justo reconocerle ciertos aciertos: la escena final es buena pese a que llegar a ella cueste lo suyo y ya no importe lo más mínimo (es decir, es uno de esos finales después de finales que tanto proliferan últimamente), hay un salvajismo sacrílego que a más de un fundamentalista usaca pondrá los pelos de punta, la mística del outsider armado mola (ahí conectaría con Serenety, qué cosas), la media hora final en la que juega al cambio de roles es una buena idea y tiene cierta gracia. Y la presencia del feo de Michael Berryman (Las colinas Tienen Ojos), Danny Trejo o Ken Foree (el negro de Zombi) siempre es de agradecer. Y hasta las bromas de Star Wars. Pero por muy bien que acabe un diálogo sobre Groucho Marx y Elvis Presley, no lo conviertas antes en algo plúmbeo o ridículo.
Así que ya saben, si les gusto mucho la primera, rebajen expectativas rápidamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario