Vuelvo al tema de la sociedad borderline. Lo hago por pura actualidad. Ayer pude contemplar asombrado y en su integridad un maravilloso anuncio del gobierno estadounidense. Una niña le plantea a su madre (ésta, la mamá, es cámara subjetiva) una serie de angustiosas preguntas “¿Qué hago?”, “¿A dónde voy?”, “¿A quién llamo?”, “¿Y si no respondes la llamada?”. Una voz en off recomienda a las familias norteamericanas tener un plan de emergencia en caso de atentado. La amenaza terrorista es así. Parece que los psicólogos y psiquiatras andan llevándose las manos a la cabeza por los efectos negativos en la infancia. Yo lo veo como una muestra más de que todos somos limitaditos pero aprovechables. Imagino que estadísticamente es pero muy baja la posibilidad de que una familia yanqui sufra un atentado. Y más en Alabama. También me recuerda esos maravillosos años de paranoia atómica. Los años que fueron el futuro. Con sus familias felices y sus refugios nucleares. El retrofuturismo ya está aquí, actualizado. Tengo ganas de ver una peli de serie B como las de entonces. El ataque del mujaidín de 50 pies de altura. ¿Se imaginan?
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