La primera entrega de
Dead Snow fue acogida, y se recuerda, con una enorme alegría que no acabo de compartir del todo pero bueno, es inevitable no sentir simpatía por una película de zombis nazis hecha desde el amor al gore con coña. Planteada de inicio como un
Evil Dead, es decir, el
ya dinamitado subgénero de la cabaña en el bosque, tenía la gracia de llevar a los zombis de regreso al campo de la venganza sobrenatural y no de la infección. Siendo lo que es, me lo he pasado mejor con la segunda, entre otras cosas porque he soltado unas cuantas carcajadas. Me encantan las secuelas que empiezan justo inmediatamente donde se quedó la primera. Y aquí, una vez superada la maldición que lleva de regreso a los zombis, la cosa se inclina del todo en el campo de la comedia gore, y sin salirse de la rutina tiene detalles locos (lo del brazo, los soviéticos, la melé zombi), unos cuantos gags y un ánimo absolutamente lúdico. Lo mejor: la escena final y el primer zombi bueno.
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