El Butano Popular cierra hoy por vacaciones y yo despido mis columnas con un texto actual, cabal, sensato y sincero: Ser padre, hoy. Regresamos en algún momento de septiembre.
Me dice mi hijo que no quiere celebrar su décimo cumpleaños en la playa, que viene siendo lo habitual, porque lo organizamos junto a los padres de una niña y las amigas de ésta llaman friqui a quien no les sigue la corriente. La corriente de estas niñas es continua como la de Edison, que es la chunga, y baja chispeante por sus cabellos, que se enroscan formando tirabuzones de malicia en espiral mientras cuchichean artimañas que es mejor no conocer, así que le digo a mi hijo que vale, que bueno, que tendremos la fiesta en casa y un día la sala se llena de niños que vienen a jugar a la XBOX y corren por el pasillo agarrados a mi Ipad para enseñarse sus facebooks con edades falseadas.Seguir leyendo
A mi hijo le regalan unos tintines, que es algo que a su edad a mí me hubiera hecho feliz pero él pone cara de asco. Ahí sí que he fracasado como padre, quién lo iba a decir. Luego, como no hay consola para tantos, se meten todos en mi despacho, que es el lugar más sagrado de la casa, y se arremolinan apretados frente a la pantalla del ordenador mientras una niña filipina se pone a los mandos y yo aprovecho para recluirme derrotado en la cocina y comerme esos sándwiches de pan Bimbo que nadie quiere porque se emblandecen al poco de tomar contacto con la atmósfera. Y ahí estoy zampando bollos cuando percibo que algo raro pasa y lo raro es el silencio. Ya no hay griterío preadolescente y se puede oír pasar las moscas y los ángeles, que son un poco lo mismo. Acudo inquieto al despacho y allí están todos, callados y atentos, con los ojos bien abiertos, viendo youtubes de Slenderman.
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