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14.4.14

TERROR POP


El cuento de miedo como heterodoxia española
En agosto de 1973, el periódico La Vanguardia publicaba un artículo donde el periodista Tomás Salvador expresaba su sorpresa ante el auge del terror en España y buscaba explicación a todas esas películas que nutrían los cines de barrio mientras los monstruos invadían quioscos a través de tebeos y novelas de bolsillo. Es una de las pocas ocasiones en las que la prensa oficial se hizo eco de una manifestación cultural en apariencia subterránea. Aunque es cierto que el fenómeno era fruto de una moda global, en nuestro país resultaba anómala porque el nacionalcatolicismo había capado por vía del ordeno y mando muchas manifestaciones del horror mientras la Cultura con mayúscula despreciaba este tipo de ficciones, hasta el punto de que podemos considerar heterodoxa cualquier incursión en el género. Pese a ello, el cuento de miedo encontró un resquicio de salida a través de novelitas escritas bajo seudónimo, historietas de terror de factura industrial y películas de escaso presupuesto. Un terror sencillo y popular que Amando de Ossorio (La Coruña, 1918-Madrid, 2001) encarna a la perfección porque hunde sus raíces en el folclore y el cuento de miedo propio de la víspera de Difuntos.
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Hace unos meses tuve la oportunidad de colaborar con el Instituto Cervantes con la redacción de un texto para su muy necesario y oportuno ciclo Terror Pop, dedicado al glorioso cine de terror español del tardofranquismo. Además, tuve la suerte de que me tocó escribir de una de mis películas favoritas de esa etapa: El ataque de los muertos sin ojos de Amando de Ossorio. Arriba les he dejado el inicio del artículo, que continúa aquí.

De todas formas, mejor no acudir sólo a mi texto, ya que no estaba sólo: Joan Ripollés Iranzo contextualizó el subgénero con Terror Pop, Rubén Lardín escribió sobre La marca del hombre Lobo, David Mejía sobre Drácula contra Frankenstein y  Fernando Carmena sobre Pánico en el Transiberiano. Las cuatro películas, a su manera, obras maestras.



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