Retrato de un Mad Doctor
Edison emulando el experimento del Dr. Jeckyll
Hoy, 35 años más tarde, la cultura pOp del siglo XXI comienza a ofrecer una imagen bien distinta del Edison modelo para jóvenes inventores. Edison, hoy, empieza dibujarse como un auténtico genio del mal que no tardará en rivalizar con Moriarty o Fu-Manchú o que incluso podría figurar como fundador de SPECTRA. Nada más escribir esto, me he puesto a buscar alguna foto de Edison acariciando un gato de angora pero sólo encuentro una de sus viejas películas en la que dos gatos simulan un combate de boxeo. Un momento... Edison como pionero de las filmaciones de gatitos. Sí, sin duda estamos ante un auténtico supervillano. Pero vayamos por partes.
La idea de escribir sobre Edison como genio del mal la tenía ahí guardada pero ha explotado definitivamente leyendo la quinta entrega de Atomic Robo. Ya he hablado antes de esta serie que me despierta múltiples simpatías por su tono dicharachero. El protagonista es una inteligencia artificial robótica creada por Nikola Tesla y los arcos argumentales que protagoniza dan saltos en el tiempo. Por sus viñetas han pasado Lovecraft, Charles Fort o un Carl Sagan convertido en heroico científico de acción. En esta última entrega se salta casi a los orígenes de Atomic Robo y se le muestra como un joven (de metal) que se aburre en compañía de Tesla, ya un abuelete siempre abstraído por la ciencia, y que alimenta su imaginación artificial con novelitas pulp protagonizadas por justicieros que luchan contra el crimen y se mueven en las sombras. Y así transcurren sus días hasta que se topa con uno de estos héroes enmascarados que anda enfrascado en una desigual batalla contra una banda de gánsteres de Chicago que se dedican al robo de inventos, patentes y también de un cráneo procedente de la Atlántida cargado de energía telúrica. Al final, como no podía ser de otra manera, se descubre que tras los robos está el mismísimo Edison, genio del mal que ambiciona el poder total, ser el amo y señor de toda la energía del planeta.
Digo que el malo no no podía ser otro que Edison porque en la deliciosa ficción pulp que propone Atomic Robo anda por en medio Nikola Tesla, otro genio inventor que en la actualidad anda en pleno proceso de conversión en mito contemporáneo pese a que murió olvidado y en la miseria. Tengo por aquí la reciente edición española de una biografía (Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz) que no he leído aún y creo que se ha publicado alguna más. El fenómeno está ahí, empujado por una corriente de divulgación científica muy visible en Internet y que, curiosamente, ha hecho de Tesla su icono pOp pese a tratarse de un científico con una historia tan rica en misterios que da margen a la fantaciencia e incluso a teorías descabelladas muy alejadas de la fe en la ciencia y la razón que profesan parte de sus admiradores (y ahí está el rayo de la muerte, sin ir más lejos).
Es en el crecimiento de la figura de Tesla donde se origina el paso de la imagen de Edison de benefactor tecnológico del siglo XX a genio del mal y supervillano. Los dos científicos se enfrascaron en la llamada Guerra de las corrientes. Edison la continua y Tesla la alterna. Al parecer (ya dije que soy de letras), la primera era más cara y
Esta foto del laboratorio de Edison demuestra que también inventó IKEA.
Lo cierto es que observando hoy la biografía del antaño modélico inventor de la bombilla se le descubre como un ávido acaparador de patentes que, en muchos casos, eran fruto de una hábil apropiación indebida por vía legal. En algunos casos se mejoraban, es cierto, pero también que con el apoyo de la banca había formado un nutrido equipo de negros y ayudantes que trabajaban a sus órdenes. Sólo así se entiende el millar de invenciones tan dispares y heterogéneas registradas a su nombre. Uno de los casos más conocidos fue el del cine, que como saben se atribuye hoy a los franceses Hermanos Lumiere. Cuando el invento cruzó el Atlántico, Edison ya se había encargado de patentar variaciones, plantar batalla legal a los franceses y ejercer la fuerza de su monopolio (además de ofrecer filmaciones de gatitos). Curiosamente, la industria de Hollywood nació instalada en California para huir de las patentes de Edison y librarse del pago de derechos. Sí, esa misma industria que hoy lucha por todo lo contrario. Así que ya lo ven, sólo hay que escarbar un poco para descubrir que Edison no fue el inventor del siglo XX sino su genio del mal, la sombra diabólica que se alza tras la grandes corporaciones multinacionales, el freno al progreso que no rinde beneficios privados, la SGAE, las agencias de rating, la prima de riesgo y los gatitos de internet. Edison es el MAL, así, en mayúsculas.
Edison también inventó las muñecas que hablan.
Cuando andaba investigando para mi ensayo Black Super Power, que habla sobre la gestación del héroe negro en la cultura popular, me topé con un curioso documento y una historia que acaba por perfilar el carácter mezquino y maligno del inventor de la bombilla. R.F. Outcault es hoy conocido por ser el creador en 1895 del primer gran personaje de la historia del cómic, el Yellow Kid, de amplia difusión en la prensa norteamericana de la época y cuya primera aparición marca, para algunos, la fecha del nacimiento del cómic. Outcault quiso diversificar sus creaciones y se inventó, en 1901, a Pore Lil Mose, un simpático e inquieto negrito protagonista de diversas historietas de comicidad primitiva muy al gusto de la época. El personaje es hoy un ejemplo más del arquetipo racial conocido como pickaninny, es decir, del negrito tontorrón, gracioso y con labios de salchicha. Pero la caída en desgracia del personaje no fue consecuencia de su condición de caricatura racialmente incorrecta (faltaban décadas para que esa visión fuera tenida en cuenta). No. La desgracia del personaje fue su encuentro con Edison. En una de sus historietas, Pore Lil Mose y sus amigos se colaban en el laboratorio del inventor y trasteaban con sus aparatos, recibiendo todo tipo de calambrazos. Cuando Edison los descubre, les gasta una broma al tenderle la mano electrificada, conseguiendo que el negrito salga dolorido y por patas. A Edison no le gustó nada el chiste, demandó al periódico, exigió la retirada de ejemplares y consiguió la prohibición de cualquier reproducción. Pore Lil Mose no sobrevivió a la airada protesta del todopoderoso genio del mal y dejó de publicarse poco tiempo después.
Nota: esta entrada ha tenido otra complementaria. Aquí.