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27.6.12
EL TRASH ENTRE AMIGOS DE OVIEDO SERÁ INENARRABLE
¿Había avisado por aquí de que el próximo sábado hay una sesión de Trash Entre Amigos en Oviedo? Me temo que no, que últimamente no tengo tiempo para la acción rápida sino para la reacción del último segundo. Tienen los datos aquí. Yo sólo venía a decirles que la peli es El asesino de muñecas, obra magna del fantaterror español de los 70 más desquiciado. Michael Skaife, en realidad Miguel Madrid, venía de ganar Sitges con Necrofagus, premio que se llevó el abucheo más grande de la historia del certamen y el runrún a gritos de tongo clamoroso. Esto último quedaría más o menos certificado con el cameo de Antonio Rafales, entonces director de Sitges, en la peli que nos ocupa, interpretándose a sí mismo. Aparece en una fiesta y uno que pasa por allí le espeta “Hombre, Rafales”.
El asesino de muñecas se mueve entre el cine de arte y ensayo pop y la roña de derribo, aunque enseguida se denota que lo primero es patraña y que su verdadera naturaleza es de cumbre del subproducto de género desquiciado. Rodada entre el Parque Guell y el Parque de la Ciudadela de Barcelona, exteriores de Castelldefels y el Palacio Maricel de Sitges, incluye la interpretación actoral más delirante de la historia, subtramas homosexuales, pedófilas y necrófilas y diálogos descacharrantes. El exceso es tal que la sesión de Trash Entre Amigos, pasada una hora de metraje, va a ser demencial de pura necesidad.
Les dejo con la crítica aparecida en La Vanguardia el 6 de febrero de 1975 y algunas promos en prensa.
Esperamos con cierto interés esta película que ya había sido presentada a una considerable parte de la crítica, en sección especial, durante el último festival de cine de San Sebastián. Es un filme trémulo, apasionante y desorbitado, que se sigue con interés, pero sin conseguir esquivar grandes reservas. El realizador, que es también argumentista y autor del guión, se le ha ido manifiestamente la mano en lo delirante y espasmódico. La trama se centra en un caso de doble personalidad, fuertemente dramática, como suelen serlo estos casos freudianos. La acción se supone transcurrida en Francia, en una gran mansión señorial , cerca de Montpelier. El joven Paul, hijo del jardinero de la suntuosa residencia, con amplio y fastuoso jardín de unos aristócratas, sufre las consecuencias del trauma que le produjera en su infancia el hecho de que su madre, al perder una niña, le hiciese pasar al muchacho por la muerta, vistiéndolo con ropas femeninas y haciéndole jugar con muñecas. Este caso clínico es posible, e incluso no es raro. Pero las derivaciones que adquiere en este filme son disparatadas, ajenas a toda posible verosimilitud, incluso la más convencional, y rebasan los efectos de un caso semejante. Paul no es sólo una víctima de la doble personalidad, sino sencillamente un loco delirante, un esquizofrénico sangriento, en pleno desvarío. Ocurre, en consecuencia, que la película que en un principio nos parece inteligente y ambiciosa, degenere rápidamente hacia un corriente y moliente relato de terror ni peor ni mejor que tantos otros. La circunstancia de que el realizador, Skaife, haya sido también autor del guión, le han impedido ver lo que había en la cinta de excesivo, desorbitado y falso. La sobrecarga de alucinaciones, pesadillas, fantasías oníricas, etc, terminan por restarle al filme fuerza y atracción, cuando, según parece, lo que se intenta con este derroche de fantasmagorías es lo contrario. Los intérpretes están a la altura del filme. David Rocha, en la figura de Paul, revela un cierto brío, pero le faltan otras cualidades. La joven y atractiva Inma de Santi se imita a cumplir con cierta discreción. Mucho mejor está en su repelente papel la experta y sugestiva Helga Liné, y con su dinamismo habitual Elisenda Ribas. La película ha sido rodada en lugares de Barcelona y otras zonas próximas, como el Parque Güell, el de la Ciudadela, Castelldefels y Sitges. La música de Santisteban subraya con acierto muchos momentos de la proyección, y la fotografía es siempre excelente -A. MARTÍNEZ TOMAS.
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