Nunsploitation: (de nuns, monjas, y exploitation, explotación) subgénero fílmico eurotrash vinculado a las WIP (Women in Prison) que centra su acción en conventos donde las monjas dan rienda libre al lesbianismo y al tormento físico como pena y/o arrepentimiento.
2.
Grand Guignol: célebre teatro de sangre parisino creado en 1897, especializado en cuentos de horror grotesco con generosos y sangrientos efectos especiales, lugar común cuando se habla de antecedentes del cine gore. Fue un éxito popular.
3.
Miércoles 28 de julio de 1909,
tercer día de la violenta revuelta conocida como La Semana Trágica de Barcelona.
tercer día de la violenta revuelta conocida como La Semana Trágica de Barcelona.
“Por la tarde proliferaron los episodios con cadáveres y fisgoneo de las tumbas. Las mujeres parecían no tener freno en su afán por conocer los secretos de los conventos y se organizó uno de los actos más populares de la semana de la quema de conventos, que viene reseñado en la mayoría de testimonios de aquellos días. Josep Benet lo recoge en su monografía sobre el tema, también Fabra Ribas y José Comaposada.(Extracto del artículo del ABC que recordaba el centenario de la revuelta popular barcelonesa)
Este último explica el impacto de la obra de teatro de Jaime Piquet sobre Los misterios de un convento, o la monja enterrada viva. La prensa liberal la había aireado profusamente y permanecía en el imaginario popular catalán. La obra se había representado en el teatro Odeón y, de vez en cuando, se reponía. La obra se basaba en un hecho verídico que había sucedido en el convento de las Jerónimas.
Poco después, otro acto, que tuvo lugar en el mismo convento, volvió a conmover a la opinión pública: una chica había escapado del convento a causa de los malos tratos recibidos, se intentó suicidar fallidamente, pero desapareció misteriosamente del hospital de la Santa Cruz, donde había sido conducida.
Por no hablar de toda literatura fantástica sobre monjas emparedadas, clamores nocturnos, raptos de muchachas, o castigos corporales debidamente distribuidos desde mitad del siglo XIX entre los sectores críticos al papel de la Iglesia. Pero nada hacía presagiar lo que en breves momentos sucedería.
Porque aquí lo que se produjo fue una insólita procesión anticlerical que revistió los mismos aspectos que aquellas que pretendían combatir. Las mujeres se hicieron cargo de los cadáveres desenterrados de quince monjas, que estaban atados de pies y manos.
Fueron transportados en sus ataúdes, a la vista de todos, hasta el Ayuntamiento, para que las autoridades observasen qué era lo que hacían los religiosos, sus prácticas de martirios y de tormentos horribles, que recordaban la leyenda de la Inquisición, tan «trabajada» por los anticlericales. El largo cortejo fúnebre estaba formado por no menos de un millar de individuos, que iban dejando algunos cadáveres en los momentos en que eran interceptados por la fuerza pública. También protestaban por la gran cantidad de cadáveres que habían sido enterrados, no en los cementerios de la ciudad, sino en las huertas de los conventos, entre las casas de vecinos, algo totalmente antihigiénico, en unos años en que la peste y el cólera hacían estragos entre la población barcelonesa.
Y los cadáveres volvieron a la calle, en la macabra ruta hacia las barriadas obreras, hacia las Ramblas y el Paralelo, pero al pasar cerca de las casas de los banqueros Güell y López, los Comillas, los cuerpos fueron depositados en medio de la chirigota general.
Los revolucionarios cogieron los cadáveres, y un muchacho, Ramón Clemente Garci, de veintidós años, carbonero y discapacitado, bailó una danza macabra con uno de los cadáveres mientras lo transportaba a la portería de los Comillas. Y esto le valdría la pena de muerte.
“La obcecación con la lujuria secreta del clero motivó en muchos de los casos algunos de los episodios más feroces del fenómeno anticlerical como pudo ser el de las exhumaciones revolucionarias, pues muchos de quienes desenterraban los cadáveres buscaban, en no pocas ocasiones, las pruebas que delataran el proceder licencioso del clero, así como diferentes objetos eróticos o momias de monjas sepultadas con fetos probando de esta manera la naturaleza pecaminosa y antinatural de la vida en la comunidad monástica. Además, los desenterramientos pretendían mostrar a las claras la ausencia de santidad que se hacía explícita en los efectos de la corrupción sobre los cuerpos enseñando como, a pesar de haberse recubierto de un halo de santidad, los miembros de la Iglesia quedaban sometidos a la misma suerte que el resto de los mortales condenados a la muerte y la putrefacción”(fuente)
4.
Veamos qué nos cuenta el citado Josep Comaposada en su texto La Revolución de Barcelona, escrito pocos días después de los sucesos:
Al describir la quema de los conventos omitimos, por no dar proporciones desmesuradas al capítulo dedicado a dicho objeto, tratar un asunto del que han pretendido sacar gran partido los elementos reaccionarios. Nos referimos a la tan traída y llevada profanación de cadáveres.(fuente)
Serenos e imparciales en nuestros juicios, no hemos de dejar sin censura lo hecho con tal motivo. No obstante, lo ocurrido tiene una explicación, según verá el curioso lector.
El convento de las Jerónimas, de rigurosa clausura, era uno de los más antiguos de Barcelona. Leyenda o historia, acaso parte de la una y de la otra, han circulado sobre el mismo diversas versiones según las cuales ocurrían en él cosas extraordinarias.
En efecto, en el antiguo teatro del Odeón, hoy desaparecido, se presentó una pieza, hace más de treinta años, con el título de Los misterios de un convento o la monja enterrada en vida. El asunto no era puramente imaginativo, sino reflejo de algo que había pasado y que la prensa liberal de Barcelona comentó extensamente durante muchos días.
De los relatos publicados se desprendía lo siguiente: durante una noche, un joven escaló las tapias del convento con objeto de coger unas naranjas, a fin de satisfacer los insistentes deseos expresados por su joven esposa, encinta en aquella ocasión. Añadíase que mientras estaba subido en el naranjo vio salir una especie de procesión de monjas, acompañando a una de ellas, de aspecto cadavérico, dirigiéndose al cementerio de la comunidad, adosado a la parte trasera del edificio, donde aquélla fue enterrada en vida. Apenas vueltas las monjas al convento, abandonó el asombrado joven su atalaya, haciendo público lo que acababa de presenciar.
Tal es el relato, que fue comentadísimo en toda la ciudad. Jaime Piquet, un popular autor dramático que por aquel entonces era empresario del teatro dicho, compuso una pieza con el citado título, que fue representada infinitas veces, con general aplauso del elemento liberal.
Algunos años después ocurrió otro caso en el mismo convento. No pudiendo resistir por más tiempo los malos tratos de que era objeto una de las recluidas, escapó por la iglesia, lanzándose de una gran altura y fracturándose una pierna. Recogida por piadosas gentes, fue conducida al Hospital de la Santa Cruz, no sabiéndose más de ella. El hecho fue comentadísimo.
Al pueblo le quedaba la duda, pues, respecto a los misterios que ocurrían en el interior de aquel establecimiento. Y esa duda, agrandada por la fantasía popular, hacía suponer la existencia de monjas emparedadas, enterradas en vida y sometidas a los más atroces martirios.
Esto explica que al ser entregado el edificio a las llamas y al penetrar la multitud en el jardín y ver el cementerio, aquel cementerio de que tanto se había hablado, movida del irresistible deseo de aclarar el eterno misterio que envolvía aquel convento, destapase los nichos y extrajese los cadáveres allí depositados, viendo con asombro que todos tenían atadas las manos y los pies.
Como hay interés en mantener al pueblo sumido en la más completa ignorancia, no puede exigírsele al pueblo los conocimientos necesarios para explicarse ciertas cosas. De ahí que desconozca la costumbre observada en Cataluña desde largos siglos, y aún practicada al presente en algunos pueblos de la montaña, de atar las manos y los pies de los cadáveres apenas acaban de morir los individuos.
Con objeto de que todo el mundo viera las ataduras de los cadáveres, consideradas en la exaltación propia de aquellos momentos como prueba concluyente y decisiva de tormentos realizados, entre los reunidos en el jardín de las Jerónimas surgió la idea de pasearlos por la ciudad. Y dicho y hecho. Un grupo que no bajaría de un millar de individuos, cogió los catorce cadáveres extraídos de las tumbas y los condujo por las calles, abandonándolos en distintos sitios a medida que le salía al paso la fuerza pública. Tal fue lo ocurrido. En los demás conventos nada de esto se hizo.
Ya lo hemos dicho: no aprobamos el hecho, pero nos lo explicamos. Y menos aprobamos aún la existencia en el siglo XX de los conventos de clausura, que constituyen un escarnio a la civilización, a la justicia, a la higiene y a todo cuanto tiende a la perfectibilidad humana.
5.
La monja enterrada en vida.
"Se nos dice que un conocido autor de esta capital ha terminado una comedia en tres actos y en verso titulada La monja enterrada en vida, ó lo secret d'aquell convent. Dicha comedia se estrenará el domingo, 8 de febrero, en el teatro del Odeón de esta ciudad.La Vanguardia, 2 de febrero de 1885
"Hemos recibido, esmeradamente impresa, la nueva comedia en tres actos y en verso, original del fecundo autor dramático y empresario del Odeón, don Jaime Piquet, titulada «La monja enterrada en vida, ó secrets de aquell convent». Véndese al precio de 4 reales en las principales librerías".La Vanguardia, 6 de marzo de 1885
"El empresario del teatro del Odeón recibió un oficio del Gobierno civil de la provincia, que dice así: «Orden público.—Núm. 71.—Considerando que la comedia titulada «La monja enterrada en vida» tiende á la propagación de una fábula calumniosa, propia para irritar las pasiones contra clases y personas dignas de todo respeto y que pudiera en este concepto producir una alteración del orden público, he tenido por conveniente prohibir su representación. Dios guarde á usted muchos años. Barcelona, 4 de febrero de 1885.—El gobernador interino, Eduardo Zamora.—Señor empresario del teatro del Odeón.»La Vanguardia, 12 de marzo de 1885
Hasta aquí el oficio; no nos opondríamos á él si no tuviéramos que notar: 1°, que no puede calificarse de fábula calumniosa el hecho á que se refiere el señor Zamora, toda vez que los tribunales de justicia proceden á su esclarecimiento y no han dicho aun una palabra. 2°, que es muy cómodo suponer que una cosa tan pequeña pueda producir una alteración del orden público. 3°, que siguiendo este sistema los gobernadores podrían convertirse en tiranuelos de las provincias. Por fortuna un juez de la corte ha dado el ejemplo de encontrar á las autoridades en delito de leso orden público. No basta que un gobernador diga una cosa para ser creído; es preciso que la demuestre".
6.
Tras los rastros del Teatro Odeón.
"El teatro se hizo pronto popular, bajo la dirección de Joaquim Dimas y Jaume Piquet, gracias a las obres programadas, mayoritáriamente truculentas, de terror o de sangre e higadillos (sang i fetxe). Eso hizo que el teatro fuera conocido popularmente como L'Escorxador (El Matadero)."De la wikipedia en catalán
"En el Odeón, en donde Dimas inició las representaciones escénicas catalanas, y en donde «Serafí Pitarra» representó, después, sus famosas «gatadas», Jaime Píquet empezó, desde 1869, sus campañas de empresario listo y de autor archifecundo, escribiendo en doce horas dramas de circunstancias («La heroica Puigcerdá», «El curandero de Sans»,«La monja enterrada en vida», etc.), qué aplaudía un público que, al terminar la representación y llamar a los actores al palco escénico, exigía que el verdugo matara por segunda vez al fraile inquisidor o al arcediano libidinoso."De La Vanguardia del 8 de noviembre de 1925
Traducido del catalán de este blog
"En Barcelona, en la calle Hospital, hubo desde 1850 a 1887 el famoso teatro, también bautizado como “L'Escorxador”. Este teatro comenzó su camino de forma discreta y convencional pero en la época en la que se encargaba Jaume Piquet la temática truculenta se disparó. Piquet fue el comediógrafo del momento, sobre todo para las clases humildes. Dirigió el teatro de 1872 a 1887.
Piquet era un gran trabajador, escribía las obras, una tras otra, a piñón, obres llenas de luchas, muertes, crimenes y sucesos macabros. Escribió cerca de un centenar de obres, con títulos como El curandero de Sants, La mano negra, El terremoto de Casamicciola, Amor hasta la tumba, El hijo del verdugo de Londres, Mala hija y madre desventurada o La esclavitud de los negros, La esclavitud de los blancos."
7.
Reposiciones de La Monja enterrada en vida o los secretos del convento.
Octubre de 1905
Agosto de 1922
Mayo de 1925
<span>La semana trágica explica muy bien porque las revoluciones fracasan en España: arden un montón de conventos, pero no se asalta ni el gobierno civil, ni la sede de Fomento del trabajo, ni las mansiones de los oligarcas de la ciudad. Se va al espantajo, y no a la sustancia.</span>
ResponderEliminarPost monstruo, ya te digo. Postazo.
ResponderEliminarAcojonante, Grand Guignol en la calle Hospital, acojonante.
<span>Wow, realmente increíbles las imágenes (y el post en general), aunque desolador el pensar que aún no se ha vencido el poder de la iglesia, y que de hecho hoy tiene más poder en las clases populares que en aquel momento. Aunque por suerte sigue disminuyendo.
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En Google Books no está la versión completa, pero sí que está este otro título La Monja enterrada en vida, ó, El convento de San Plácido
ResponderEliminarhttp://books.google.com/books?id=vHIhUabY93wC&dq=la%20monja%20enterrada%20en%20vida&pg=PA1#v=onepage&q=&f=false
El anterior Guest de Google Books soy yo :p
ResponderEliminar<span>Interesante, Ifrit. Parece que lo de La Monja enterrada en vida es una especie de leyanda urbana o viral del siglo XIX.
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<span>interesantisima tu aportación a este espacio </span>
ResponderEliminaresta en el punto de mira
saludos
<span>Menos mal que en 1936 no encontraron el sepulcro de Don Gutierre de Carvajal y Vargas.......</span>
ResponderEliminar<span>Me encanta. Ahí se abre un temazo.</span>
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