El experimento de Sergei Brukhonenko, el mad doctor soviético que mantuvo con vida (es un decir) la cabeza de un perro separada de su cuerpo, observando como reaccionaba a diversos estímulos, es un clásico de esta casa. Se incluyó en la lista de experimentos bizarros y, posteriormente, acudí a él en diversas ocasiones fascinado por una de sus aplicaciones más pop: las cabezas de presidentes que sobreviven inmortales en urnas de cristal. No es sólo por Futurama, también por Nexus, The Brain That wouldn't Die, los tebeos precode o, como culmen pOp supremo, el cerebro de Hitler. Es por eso que me ha sorprendido gratamente descubrir la historia del perro de Brukhonenko entre las deliciosas páginas del primer número de Marvels of Science, un tebeo editado por la Charlton en 1946 donde se recreaban en viñetas y desmesurado sentido de la maravilla todos los inventos que harían de la sociedad atómica un mundo mejor. Entre tanto retrofuturismo, el contraste con el no futuro ballardiano que supone esa cabeza sin cuerpo que saliva mientras lame caramelos se me antoja casi como la revelación de algo importante.
GRACIAS :-D
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