La capacidad para el delirio de la cultura pop nipona no conoce límites, y este desquiciado filme es buena muestra. Burra como ella sola y rodada bajo mínimos, más atenta al gore que luce en su título que a otras cosas (la comisaria es un simple garaje). Es decir, que está por lo que tiene que estar. El bizarrismo japonés, de larga tradición a estas alturas, pero igualmente incomprensible en su existencia para nuestros tiernos cerebros, se aúna a tres referentes de excepción. Por un lado está Robocop, de donde toma esa idea de la policia privatizada y esos maravillosos anuncios que jalonan todo el espectáculo. Por otro, tenemos a Screaming Mad George y el gore ochentero de, por ejemplo, Society, junto al uso de un recurso tan de esa época como los neones azules y rojos para vestir un poco fondos y demás. Tampoco está de más pensar en Cronenberg con la idea esa, tan bella, del tumor con forma de llave que abre tu cuerpo y convierte tus extremidades en armas mortales. Pero no se engañen: aquí está todo al servicio del desbarre total y al icono de la japonesita frágil y violenta a la par. La película incluye tres momentos que es necesario mentar. Uno es ese increíble prostíbulo en el que a la chica caracol se añade el pedazo de carne con forma de silla que orina sobre los espectadores. Otro, que va de seguido, es la vagina dentata cocodrilesca. Y finalmente, y casi merecería entrada al margen, ese fragmento publicitario centrado en la ejecución pública del delincuente, salto definitivo de la pena de muerte a los terrenos de la propaganda institucional.
Ser japonés no debe de ser fácil, transportados desde la edad media al siglo XX en vuelo directo bajo la forma de revolución Meiji. Mentalidad imperialista que acaba estallándoles en las narices convertida en bomba atómica y bomba de hidrógeno. Admiración por occidente y orgullo oriental, Mishima o Ozu como representantes. Luego el boom de la tecnología y ellos convirtiéndose en los putos amos de reventar precios y a un paso de ahí la juventud occidental soñando con viajar a ese escenario digno de Blade Runer que es Tokio.
ResponderEliminarA ellos sólo les queda el bizarrismo y a nosotros la sorpresa. De la película me quedo con los dos chinos disfrutando por matar japoneses, por lo que de ironía de la culpabilidad tiene.
donde la pedo ver o descargar, me late el bizzarrismo japones
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