Durante el resto del año, Pedro Miranda es un simpático y honrado oficinista bancario, pero según se aproxima la víspera de Todos los Muertos (Santos) su doble personalidad esquizofrénica le acecha y domina. Convertido en un feo señor con capa, sombrero y corbata, aguardará tras la puerta a todos los niños que le pidan caramelos. ¡Pobres Niños! Sus corazones en conserva serán almacenados en el sótano, dentro de potes de cristal, para que Pedro pueda seguir sonriendo y esparciendo amabilidad tras la ventanilla.
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