LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO (MASS MEDIA HOLOCAUST)

En 1979 se estrenó Holocausto Caníbal. Gore italiano de caníbales, zafio y deliciosamente desagradable, como mandaban los cánones de la exploit italiana. Jugaba al hecho real y aún persiste la falsa leyenda de que algunas escenas eran snuff (lo que sí incluía era tortura animal). Por otro lado, estaba rodada cámara en mano, o lo simulaba toscamente, y pretendía pasar por celuloide perdido encontrado por periodistas de una cadena italiana. Deodato se adelantó a su tiempo y podemos considerarla seminal y visionaria desde el punto de vista dela telerrealidad como recurso fílmico. Curiosamente, lo que revela la inocencia de Holocausto Caníbal, lo que la envejece, es la escena final, en la que los dirigentes de la cadena televisiva deciden no emitir las imágenes dado lo horrorosas y desagradables que resultan. ¿Alguien duda que, si hoy encontraran algo así, las cadenas no correrían para emitirlo en el prime time del fin de semana?

Hay otra pregunta que siempre me hago: ¿Qué pasó en italia a finales de los 70s y principios de los 80s para producir, con éxito propio de subproductos cárnicos, el mayor catálogo fílmico de explícitas explotaciones del asco? Vale, el (extreme) Oriente no se quedó precisamente atrás, pero los Orientales no son caucasianos occidentales. De hecho, Italia fue nuestra punta de lanza, pero cinematografías como la alemana o, más subculturalmente, la estadounidense, tampoco se quedaron atrás. Y no se engañen: los italianos no se pusieron a abrir tripas y devorar fetos delante de la cámara porque sí, y aunque la rentabilidad del morbo siempre está ahí como primera explicación, siempre hay algo más. Recuerden: la (sub)cultura pop es la manifestación del inconsciente colectivo.

Como bien dijo Hijo Tonto, una de las explicaciones de lo qué hay detrás del caníbal italiano es Silvio Berlusconi. Propietario de una televisión local milanesa, en 1979 inauguraba Canale 5 y en 1994 llegaba a jefe de estado gracias al trampolín de la telebasura (y el deporte espectáculo). Y ahí sigue, tras una espectacular remontada. De todas formas, Italia sólo es el ejemplo más visible y cercano de Sociedad Borderline. Nadie duda de que esto podría darse en cualquier ciudad de vacaciones (ballardiana), del mismo modo que la atracción por el horror y su relación con los medios de información de masas es más viejo que el hambre. La prensa amarilla nació hace 120 años con Jack el Destripador, como muy bien explicaba Alan Moore en su genial e imprescindible From Hell. No es que esos medio inventaran el periodismo basura, sino que sólo extendieron el espectáculo pop de la quema pública de brujas o la decapitación de monarcas. La sangre y el horror nos llaman. Por cierto: giallo significa amarillo.

La tragedia de Barajas genera interesantes debates. ¿La explicitez del horror real debe ser pública? Un debate de maniqueismo imposible, pues es generoso en zonas grises. Brian De Palma finalizaba Redacted con las imágenes de los muertos en Iraq como denuncia a la prohibición de esas imágenes en los medios de comunicación estadounidenses; pero esas imágenes, en un filme con formato de telerrealidad (y el único que no es género fantástico de la última remesa) no sólo son denuncia, sino también manipuladoras de sentimientos. Al fin y al cabo De Palma es un gran manipulador (condición imprescindible para ser un gran director) (y con referentes italianos, por rizar el rizo). Y da igual que esa manipulación persiga un propósito con el que simpaticemos (al menos yo) ideológicamente. Y tampoco es necesario mostrar cadáveres: ayer vi (y escuché) en televisión la conversación privada telefónica de un familiar de las víctimas, que se giraba y daba parcialmente la espalda a las cámaras. Es un debate gris que nos muestra como adictos al dolor ajeno, y del que somos tan o más responsables que los medios que hacen el agosto con información basura. Siempre que hablamos del Zombi de Romero y Argento nos lanzamos a comentar que sucede en un supermercado y nos olvidamos de que se inicia en unos estudios de televisión.