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29.3.08
EL CALOR DEL HOGAR AUSENTE
Cuando absencito duerme, doña Absenta y yo miramos Lost con interés y emoción. Disfrutamos y comentamos la jugada. Como vemos Peter Pan cada semana, tenemos claro que es la Isla de Nunca Jamás, con conejos blancos, señores de las moscas y John Long Silver tras las cortinas de mago. Y paramos de listar porque hay que seguir mirando la pantalla. En cierto modo, Lost es todo lo que nos podemos permitir; y no a diario. Absencito nos tiene esclavizados, y a veces veo en él un poco a Akira en su fase terminal, en el trono. Se despierta y lo primero que dice es "¿jugamos?". Es una frase hipnótica y compleja, con mucho de maldición. Un encantamiento letal. En la sala de la mansión ausente hay un castillo medieval, dos barcos piratas, una galera romana, una selva gorila salvaje y una casa encantada. Doña absenta es quien más rato pasa en el suelo, rodeada de esa extraña civilización que ha crecido debajo de la tele y que se expande de manera incontrolada. Los piratas van de visita al castillo y una doctora muy amable les dice, cuando tienen ganas de orinar, que bajen a la gruta del castillo; y así lo hacen, con antorchas, una y otra vez; una y otra vez; una y otra vez. Una micción eterna en la que doña absenta y yo nos turnamos porque hay que estar ahí, presenciando, y al mismo tiempo, haciendo otras cosas. Hay tantas otras cosas por hacer. Del huevo frito al eurotrash, por decir algo. Reconozco que yo, cuando no miran, me cuelo en el despacho y escucho a Beà. Tengo más de diez horas grabadas de Beà que escucho con los dedos en el teclado, convirtiendo lenguaje oral en símbolos universales. La pausa y el pequeño retroceso en el tiempo del discurso también son constantes, porque la foto inicial ha de ser clavada, que luego ya le daré al photoshop. Si en la sala hay una civilización de aventureros en miniatura que orinan sin parar cuando van de visita, en mi despacho hay columnas. La de los tebeos para comentar en la radio es la más móvil: todos los domingos por la noche hay que dejar preparado un guión de tres folios con lo que voy a decir por la radio, todas las noches hay que leerse un tebeo, no importan su páginas, porque sino me pilla el toro, como esta semana. Hay otra pila llena de polvo, una montaña de tebeos en los que los héroes toman drogas. También están los Nueva Dimensión que heredé de mi tío alcohólico; porque mi tío era alcohólico y leía ciencia-ficción, las dos cosas las 24 horas del día, así que no puedo decir qué va antes, por cuál de ellas se empieza. Los Nueva Dimensión empecé a bajarlos de las estanterias y ahora rondan a mi alrededor como cucarachas de un negro abisal. Tengo dos inmensas columnas de dividís con subcultura pendiente de indexar; porque en la mansión ausente la mula y el rapidshare no paran. Venga venga, vamos vamos. Es algo extraño, uno se baja la serie de televisión del Planeta de los Simios y es ya como si la hubiera visto, que eso es lo de menos, lo de ver, lo de observar. Bueno, no, lo de observar no es lo de menos, al contrario, es vital. Observar y escuchar. Yo es que observo mucho, sobre todo a las mujeres porque a veces el interés social se ve superado por el animal. Debería abrir un blog fantasma sobre ellas, pero mejor retomo el hilo que me pierdo (más). Doña absenta se sorprende de todo lo que llego a averiguar de los vecinos sólo cruzándome con ellos por la escalera. Todo. De los vecinos, de los niños del colegio, de sus padres, más aún de sus madres; aunque ahí hay trampa, no es tanto la cosa animal que decía antes: quien está con ellas en el parque, hora y media cada tarde, soy yo. Quizá por ello otra de las pilas son viñetas eurotrash que me reclaman con cánticos de sirena. Unas sirenas muy de andar por casa y a las que sólo puedo conceder unos pocos minutos de atención. Y ahí se quedan, jodidas, porque viene el Capitán Garfio con la princesa índia. Tengo otra pila, de dos palmos, con todo aquello que corría por casa en lo que aparece Beà. Afortunadamente ya lo he escaneado. y en la mesa, a pocos centímetros de mí, el diccionario de sinónimos que ayer saqué de su lugar (a pocos centímetros también, pero al otro lado); un álbum de David B. a medio leer; facturas, recibos y papeles del banco, es decir, mierda que se acumula al fondo; una botella de Ballantine's que he comprado esta tarde en el Badulaque (porque no tenían Chivas o Cardhu) y que, ay Dios, he consumido en un 33%; también tengo un cartón del Ducados que me llevará a la tumba y la bolsita que le he ido a buscar al Isma. Últimamente voy mucho al Isma y eso no puede ser, que hay crisis y la hipoteca me la actualizan en mayo, y eso va a ser una fiesta del subcapitalismo de derribo. pOp. Mañana me voy a despertar pronto, muy pronto, para ir a La Boquería. 150 euros de viandas caen fijo porque en La Mansión Ausente ya no quedan ni huevos y el congelador es un páramo tan gélido que hasta podría descongelarlo, en plan cambio climático doméstico. Así que les voy a dejar. Me he olvidado decir que tengo un Blog, porque esto iba a ser una entrada de esas pero se me ha ido la mano; fíjense que he estado a punto de largar sobre mi curro, es decir, de cómo divago últimamente en mi nicho. En fin, si han llegado hasta aquí merecen un premio, así que relájense, déjense fluir, ábran los ojos, míren atentos y escuchen el encantamiento letal: ¿jugamos?
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