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9.1.08

DE SUPERMAN AL GATO DEL RABINO


Hace ya dos meses dediqué la sección radiofónica sobre tebeos a repasar la importancia en la historia del cómic de los autores de origen judío. La razón no era otra que la exposición De Superman au Chat du Rabin en el parisino Musée d’Art et d’Histoire du Judaïsme. La intervención, en el programa, del reportero de IcatFM en la capital francesa ayudó a dar una visión de primera mano (pueden descargar el audio de aquí).

Lo cierto es que trasladar el guión a texto para el Blog Ausente se me ha atragantado un poco. El tema tiene su interés y no se puede liquidar en un plisplás. Aún así, lo que aquí sigue tan sólo es una especie de apunte rapidito basado, por un lado, en el pdf de la exposición. Mientras la redacción del texto dormía en mi inacabable lista de quieros y no puedos, fallecía David Gantz. Gantz es autor de origen judío poco conocido en estos lares pese a una importante carrera profesional a la vieja usanza. Gantz tiene en la web un magnífico ensayo en forma de cómic que toca de lleno el tema en cuestión: Jews and the Graphic Novel, lectura que les recomiendo (es de libre acceso: no tienen excusas) y que también sirve de base para estas líneas.



Si ya la importancia de lo(s) judío(s) es destacada en la conformación de la pOp Culture, en lo que respecta a la historieta el repaso resulta demoledor, y es curioso constatar como están presentes, y de qué manera, en buena parte de los momentos clave, aquellos que marcan el devenir futuro del medio.


Ya desde el principio, son muchos los autores que podemos localizar en la prensa diaria, especialmente de la mano de un Pulitzer en plena competencia con Hearst. (Y, saltando al futuro, el premio Pulitzer ha destacado comics como Maus de Spiegelman o novelas como Las Extraordinarias Aventuras de Kavalier and Clay de Chabon donde el peso del cómic y de Lo Judío es total). Aunque el repaso a los clásicos de esos primeros años coloca a los autores de origen semita en un segundo nivel, es de destacar la importancia del humor judío (a menudo autoparódico, lleno de estereotipos sobre ellos mismos) en la formación del humorismo gráfico en la prensa norteamericana y británica. Harry Hersfield, Milt Gross, Rube Goldberg (inspirador de Los Inventos del tebeo), Lyonel Feininger (que además de historietas se adscribió al cubismo) o Fred Opper son nombres a tener en cuenta dada su contrastada importancia histórica. De hecho, Gantz, en su ensayo en forma de cómic, nombra a Milt Gross y su He Done Her Wrong, publicado en 1930, como primer ejemplo de novela gráfica.



En 1937 dos muchachos judíos, Jerry Siegel y Joe Schuster, crearon a Superman y, de entrada, lo enviaron a luchar contra Hitler (aunque, básicamente, en las portadas). Nacía la Edad de Oro de los superhéroes y se instauraba el comic book como formato de éxito. Mucho se ha dicho del vínculo entre Superman y el mito judío del Golem. En la novela de Chabon antes mentada, que recrea perfectamente ese momento de la historia de los comics, también aparece el ser fantástico inmortalizado icónicamente con la película de Wegener de 1920.




Siegel y Shuster no fueron los únicos los únicos judíos implicados en la edad de oro. Ahí está Bob Kane (en realidad Kahn) creando a Batman o Joe Simon y Jack Kirby (aka Jacob Kurtzberg) conformando al Capitán América. Kirby, de hecho, se vería directamente implicado en el renacer de los superhéroes, dos décadas más tarde y junto a otro judío: Stan Lee (de Lieber). No creo que sea cosa casual, ni siquiera, que el aspecto rocoso de La Cosa (miembro de Los 4 Fantásticos) también recuerde al Golem.






Vale. Sigamos repasando. Otro de los momentos claves en la historia del cómic norteamericano son los tebeos de la EC y el nacimiento del semanario satírico MAD. En lo primero, recordemos una historieta básica, clásico indiscutible, como el Master Race de Al Feldstein y Bernard Krigstein. En Entrecomics realizaron un estudio indispensable al respecto que bueno es recuperar. Además, Master Race no sólo es una historieta realizada por autores de origen judío, sino que Lo Judío conforma de manera evidente el argumento. Y respecto a MAD... bueno, el nombre de Harvey Kurtzman es un clásico a reivindicar (y más entre los lectores españoles), además de retomar la línea del humor judío antes comentada (y que en cine y televisión tiene una larga lista de genios... a cuya misma altura se situa Kurtzman).



Will Eisner también es nombre clave en el devenir de la historieta. The Spirit es uno de los cómics más gozosos que he disfrutado en mi vida, obra maestra indiscutible. No contento con las genialidades gráficas y argumentales que desarrolló con el enmascarado de Central City (muy especialmente tras su regreso de la Segunda Guerra Mundial), el maestro Eisner es principal culpable del nacimiento de la llamada novela gráfica (no exenta de matices, pero importante como concepto en el actual boom comiquero) y de la autobiografía a través de viñetas. Norma anda ahora compilando en unos fantásticos tomo-novelones toda esa obra autobiográfica de Eisner, que nace con Contrato con Dios y prosigue con una larga lista de obras maestras donde Lo Judío y el recuerdo de los Ghettos y emigrantes de su Brooklyn natal es parte sustancial. Y no por casualidad su título póstumo, La Conspiración, toca un clásico de la conspiranoia y Lo Judío como son Los Protocolos de los Sabios de Sión. También Joe Kubert, un dibujante vigoroso especialmente dotado para la aventura, se pasó al nuevo formato y una de sus obras, Gángster Judío (editada por Planeta a mediados del año pasado), recrea la marginalidad del ghetto, la dureza de los rabinos (obra incómoda en ese aspecto) y el tránsito de un joven emigrante a delincuente, seguramente porque es el camino más rápido para el sueño americano. Al fin y al cabo, la importancia de la mafia judía resulta vital en la historia del crimen organizado: no olvidemos que las (varias) manos derecha de Lucky Luciano eran, precisamente, de origen judío.




Siguiendo el repaso llegamos al comix underground, que tiene un genio indiscutible: Robert Crumb. Y sí, también hijo de emigrantes judíos. Creo que hay mucho de humor propiamente judío en Crumb, y en sus aportaciones al American Splendor de Harvey Pekar (otro nombre más a añadir a la lista) también recrea alguno de los arquetipos. Leí estos días el álbum que sacó La Cúpula (única muestra de Pekar en España) y me encantó. Una de sus mejores historietas explica los problemas de tener delante a una vieja judía en la cola del supermercado. Me llevó a reflexionar sobre la facilidad del lobby israelí en tildar de antisemitas los contenidos de algunos semanarios de humor franceses en contraste con el tono de autoparodia propio del humor judío. Sólo hay que pensar en los rabinos de Woody Allen para constatar el conflicto interno. Sin alejarnos del underground, también es obligado recordar a la primera mujer de Crumb, Aline Komisnky, inédita en España pero nombre vital del underground (y de su lado femenino) con sus Twisted Sisters. Y luego está Spiegelman y su maravilloso e influyente Maus (que releí el verano para seguir quitándome el sombrero), pero también editor de una revista tan revolucionaria como RAW.







El repaso hace evidente la importancia de los autores judíos en el desarrollo del cómic estadounidense, que es fundamental, así como, por pura concomitancia, que Lo Judío forme parte de obras trascendentales. Queda fuera de toda duda, pero me siento incapaz de resolver el verdadero quid de la cuestión: ¿Por Qué? ¿Quizá que sea un medio más accesible para un autor salido las clases bajas de emigrantes, que sería rasgo común? Bueno, seguro que algo juega, pero aún así, también implicaría la existencia de novelistas judíos con tamaña importancia en el devenir de la gran novela americana, y creo que no es así (Ismael me hace ver en los comentarios lo incorrecto de mi creencia). Tampoco me consta una gran e histórica tradición gráfica y/o de imágenes, más allá de las simbologías cabalísticas, por lo que la iconografía romana y cristiana es bastante más demoledora, creo; lo que sí intuyo una gran tradición cultural de contadores de historías, y la historieta es quizá el medio ideal para desarrollarlas. Quizá por ahí ande la cosa.


Podemos trasladar la duda a Europa, aunque por motivos obvios el genocidio y el éxodo marcan imposibles. En el terreno del humor encontramos a Gotlib, descendiente de judíos húngaros y genio del humor galo (a quien ya sería hora que algún editor hispano dedicara una potente antología de su obra). Y en la aventura, nada menos que al italiano Hugo Pratt, creador de otro icono como Corto Maltés, enésima obra maestra citada en este largo texto y personaje que, en su carácter de trotamundos viajero tiene mucho del judío vagabundo, que, como los gitanos, recorrían Europa antes de la masacre nazi (que no fue la única que sufrieron). También Lo Judío está presente en Pratt: Fábula en Venecia es una aventura protagonizada por La Cábala, las sociedades secretas (recuerden el latiguillo franquista de judeo-masónicas) y la tradición semita de una ciudad mágica como Venecia. Ay, La Cábala... precisamente ayer liquidaba la lectura del tercer tomo de la Promethea de Alan Moore (éste si que no es judío) y su apasionante recorrido por el simbolismo (pOp) de la mano de la tradición mística y alfanumérica judía.




a figura que explica parte del éxito de la exposición parisina es Joann Sfar, estandarte de la apasionante renovación de la historieta francesa de la última década, caldo de cultivo de algunos de los mejores tebeos que pueden leerse hoy en día. Sfar no es sólo autor judío, sino que Lo Judío forma parte de su obra. Ahí están series como el delicioso Gato del Rabino (que descubre la belleza de la tradición judía y cuya aparición en el título de la exposición no es un capricho), la excelente Klézmer (protagonizada por errantes músicos judíos) o Las Olivas Negras. Vamos, que resulta que también encontramos raíz judía en el más reciente proceso de revitalización comiquera actual. Así que reincido en la pregunta sin respuesta… ¿Por Qué?





Pero, para rematar el asunto, falta un detalle... ¿Y el cómic israelí? Bueno, sins entido nos descubrió no hace mucho la hermosa y natural línea clara de Rutu Modan con la publicación de la novela gráfica Metralla, interesante historia de amores y relaciones paternofiliales en el contexto de un Israel marcado por su propio conflicto geográfico.



Y desde el punto de vista de lo bizarro, más allá del Stalag Pulp ya tratado por aquí y por cerrar el círculo, destacar la existencia de superhéroes como Shaloman, el cruzado kosher creado por Al Wiesner en los 90 con la intención de dar una imagen positiva de su raza, o el Sabraman y sus enfrentamientos contra el Dr. Mengele (eso es pOp), creado en 1978 por un dibujante de quince años, Uri Fink. El cómic popular en Israel es todo un mundo a descubrir, plagado de sus propios golems y mensajes políticos.







Imagen epílogo: los héroes de la King Feautures (Mandrake, el Hombre Enmascarado y Flash Gordon) visitan Israel en una portada que casi parece una venganza pulp de la de Tintín en el País del Oro Negro, obra cuya edición original Herge retocó para eliminar algunas viñetas que fueron tildadas de antisemitas.


1 comentario:

  1. Anónimo3:03 a. m.

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