"Tod Browning permanece en su tumba, comiendo bolas de leche malteada. Tiene 22 años y ha muerto muchas veces, aunque normalmente sólo permanece muerto un día. Pero hoy es diferente, estará enterrado durante 48 horas, el máximo tiempo para asombrar a los palurdos.
Desde que cinco años atrás marchó de casa, Browning había hecho de todo en la feria, desde maestro de ceremonias hasta contorsionismo, pero su interpretación del Hipnotizado Cadáver Viviente era el punto más bajo de su carrera como artista vagabundo.
Formaba parte de una troupe que recorría el Mississipi con sus atracciones, de Ohio a la desembocadura del río. El espectáculo ambulante se convertía por un tiempo en la feria de atracciones local, llevando su especial sentido de la diversión por las grandes vías fluviales del corazón de América. Y el tipo de espectáculo que atraía al público sureño a principios del siglo XX debía ser sensacional, bizarro y de otro mundo, como si anticipase las maravillas y terrores de la nueva era. Viajeras familias de enanos. El Hombre Salvaje de Borneo. Patentes de fantásticos brevajes medicinales. Cadáveres vivientes que resucitaban ante tus ojos. Por un tíquet de 22 centavos podías presenciar el entierro de Mr. Tod Browning, fallecido de manera inesperada el día anterior, y regresar al siguiente para su exhumación y resurrección mediante hipnosis. Lo normal es que durase un día, permanecer enterrado dos ya era más delicado, pero mucho más espectacular para un freak-show ambulante de fin de semana, y desde luego garantizaba la satisfacción popular.
La primera vez fue la peor. “Cuando escuchaba la arena golpetear el ataud mientras me enterraban, sentía escalofríos” explicaría Browning a un reportero años más tarde. Durante un tiempo, intentó disfrutar de alguna manera de su confinamiento subterráneo. Aquellas largas horas muerto le vinían bien para pensar, decía, esa era la oportunidad. En opinión del entrevistador, “esos periodos de intensa reflexión subterránea ayudaron bastante para el devenir futuro de Tod porque despertaron la chispa de la genialidad que dormitaba en su interior.
¿qué tipo de pensamientos se tienen confinado en una asfixiante caja de madera, enterrado a un par de metros, bajo una tonelada de tierra? Browning no conocía técnicas de respiración yoga (el ataud tenía ocultos un sistema de ventilación y una reserva de bolas de leche malteada para mantenerle con vida), pero aceptaba el extraño e inalterable estado de conciencia en el que se sumía durante el transcurso de sus traumáticas experiencias subterráneas. Esos cinco años de vida ambulante habían cambiado su vida. Ya no era Charles Browning, el niño del coro con una voz angelical que asombraba a la congregación. Ahora era Tod Browning, sin dirección fija, que se las ingeniaba como podía para conseguir dinero fácil. En todas partes había paletos a los que engatusar. Descubrió la existencia de una América hambrienta de espectáculos y asombros, a la que parecía no preocupar su desarrollo cutre o la evidencia del montaje. Un terreno abonado que debía explotar más."
Fragmento de The Monster Show: A Cultural History of Horror (David J. Skal, 2001)
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