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19.10.07

ESTA INTRO SE AUTODESTRUIRÁ EN CINCO SEGUNDOS

Buenos días Mr. Phelps. Su misión, si decide aceptarla, consiste en... Como siempre, en el supuesto de que usted o alguno de sus colaboradores resulte muerto o apresado, nuestra organización negará el conocimiento de sus acciones. Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos”.

Los agentes secretos son pOp. De hecho, los agentes secretos son la quintaesencia de lo pOp. La innata actitud cool y su apogeo sesentero tienen mucho que ver, pero también ser de lo más idóneos para interpretar la realidad en clave pulp. A lo largo de los 60s el mundo se acercaba a su Apocalipsis definitivo, los sputnicks surcaban los cielos, los presidentes morían asesinados por las calles o se descubrían como epítomes del M.A.L., el Telón de Acero daba más miedo que Mordor, la sociedad llevaba años digiriendo la paranoia atómica y el mundo estaba revuelto. De lo más revuelto, pero sin las posmoderneces actuales. Un caldo de cultivo que el cine y la televisión populares supieron aprovechar a base de bien. La galería de agentes secretos con permiso para matar es extensa e inabarcable. Las pantallas de cine se llenaron de seductores agentes con tres dígitos, féminas letales, secretas organizaciones para hacer el M.A.L. y euroespías en régimen de coproducción, muchos de ellos retroalimentándose directa (o indirectamente) con cómics y bolsilibros. Y la tele... Bueno, eso ya son palabras mayores... Cuando se habla de televisión de culto, los agentes secretos salen de debajo de las piedras y series como The Avengers o The Prisoner ascienden a la cúspide sólo reservada a los mitos de la cultura pop. Mission: Impossible también. En dura pugna con las dos anteriores. Y si no lo tienen tan claro como yo, tranquilos: es la tarea que me he propuesto demostrar en esta bella titanada televisiva que me acoge en su regazo.


Misión Imposible fue el gran y único éxito del guionista y creador televisivo Bruce Geller, en un principio pensada para el lucimiento de Martin Landau, por entonces su amigo y a quien se acreditaba como la gran estrella invitada tras los créditos iniciales en todos los episodios; y de hecho Landau era la gran estrella en su papel de Rollin Hand, capaz, con sus máscaras y acentos, de duplicar a todo villano que se le pusiera a tiro (cosa que le obligaba a interpretar dos papeles en muchos episodios). De la misma manera que sin el empeño de Geller la serie no habría sobrevivido de 1966 a 1973, es decir, un total de siete temporadas.

Especialmente crítica fue la tercera, cuando los guionistas se declararon en huelga y Landau y su esposa Barbara Bain decidieron no continuar sin un aumento de sueldo. La pareja continuó, años más tarde, su periplo de rostros de culto televisivo en Espacio 1999 mientras Geller acudía, precisamente, al rostro de culto: Leonar Nimoy (Mr. Spock en Star Trek) y Lee Meriwether (la Catwoman del genial Batman sesentero) para sustituirlos. Iniciando así un trasunto de continuos cambios actorales; aunque el otro importante ya se había producido casi al principio, cuando Steven Hill, que hacía de jefe del equipo en la primera temporada (es decir, quien recibía los encargos que se autodestruían) abandonó la serie (al parecer, era judío practicante y los rodajes incluían los sábados) dando paso a Peter Graves, el mitificado Mr Phelps.



Tan sólo tres actores estuvieron presentes en las siete temporadas: Greg Morris (Barney Collier, el negrito experto en telecomunicaciones y cacharros), Peter Lupus (Willy Armitage, hombre músculo sin apenas líneas de diálogo) y Bob Johnson (la voz que emergía de las cintas). La serie tuvo una triste segunda vida entre 1988 y 1990 (35 episodios en dos temporadas) con Peter Graves al frente pero ya sin su creador: Geller se estrelló con su avioneta en 1978. No entra en mis planes ocuparme de esos episodios, aunque no descarto tratar, en un futuro relativamente lejano y a modo de especiales, las tres exitosas adaptaciones cinematográficas. Al fin y al cabo tienen tras ellas firmas tan señaladas como las de Brian De Palma, John Woo y JJ Abrams; bueno, y Tom Cruise... pero... ¿a quién coño le importa un pimiento Tom Cruise?

El punto de partida de Misión Imposible es conocido por casi todos: el jefe del equipo recibe una cinta (o variante) que encarga una arriesgada misión. Y la misión se lleva a cabo. Pocas veces un título ha sido tan bello y tan honesto. Todo, los 50 minutos, están en función de su desarrollo. Y se trata de una misión imposible... que el equipo de la Impossible Mission Force (IMF) llevará a cabo porque, claro, sini no habría serie. Para explicar esta paradoja de la imposibilidad de lo que acaba siendo posible lo mejor es acudir a este bello párrafo sacado de Televisión de Culto del desaparecido Antonio Blanco (Biblioteca del Dr. Vértigo, Glénat, 1996):
“Como su nombre indica, la palabra imposible no existía para este comando capaz de reproducir una calle de 1937 y convencer a un agente enemigo de que ha viajado al pasado o de hacerse pasar por extraterrestre para sacar información a un espía comunista. Sus misiones estaban a tono con sus rocambolescos métodos y, así, a lo largo de los años, les vimos desenmascarar a un director de cine que trucaba sus documentales sobre atrocidades de las tropas americanas en Vietnam, probar la existencia de un mercado de esclavos en la Unión Soviética o impedir que un grupo de neonazis se hiciese con el tesoro de Hitler”.

Supongo que ante lo explicado los seguidores de mi blog entenderán el porqué de mi fascinación y el porqué de considerarla una de las series más grandes de la historia de la televisión. Puro delirio pOp al servicio de un espectador que leía el fin del mundo en la prensa y luego, en el sillón, contemplaba cómo se evitaba, y a colores (metafóricos, no todos tenían el aparato al último grito). Dictadores sudamericanos, asesinos de masas con acento balcánico, señores de la droga, neonazis. Contra ellos, complicadas planificaciones imposibles (o no tanto) a cargo de un equipo del que sabíamos, en realidad, bien poco (básicamente, sus roles de jefe, jamona, as de la suplantación, Mr. Aparatitos y Mr. Músculo). Y que si nos paramos a pensar, eran en realidad una banda de indeseables al servicio del Imperio de Occidente cuyo único objetivo era provocar asesinatos indirectos y desestabilizar países del tercer mundo. Los episodios empezaban con el encargo y acababan abruptamente, con el equipo de IMF saliendo por patas. Y por en medio 49 minutos de delirio diseñado como artefacto de relojería y sincopado con el fantabuloso score de Lalo Schifrin.



Sí. Delirio con precisión matemática. El mensaje que se autodestruye. La soledad del jefe seleccionando el equipo idóneo (habituales e invitados) con las fotos que arroja sobre la mesa. La reunión del equipo en la que se explica de manera críptica qué se va a hacer. El desarrollo de la misión. El problema imprevisto y su resolución. Y sí, sincopado de manera sublime. A estas alturas me parece una obviedad afirmar que la sintonía es, seguramente, la mejor de la historia de la televisión. Pero también es quedarse corto. Lalo Schifrin compuso horas de tensión melódica destinadas a llenar de emoción los numerosos minutos de cada episodio que transcurrían sin diálogos. Un tour de force sonoro imprescindible para reforzar (y entender) la grandeza audiovisual de Misión Imposible.



Vaya por delante que las siguientes entregas dedicadas a diseccionar cada episodio van a tener un carácter bastante sistemático. Misión Imposible lo pide a gritos (y me lo pone, de paso, fácil). Y también van a ser lo que ahora llamarían un Work in Progress, es decir, veía la serie de pequeñajo (cuando me dejaban: se emitía tarde) y recuperé algunos episodios en una reposición que debe tener ya más de una década. Así que muchos episodios los voy a descubrir inmediatamente antes de escribir sobre ellos. Así que me aguardan muchas sorpresas jugosas. Lo que no va a ser una sorpresa es lo mucho que voy a disfrutar haciéndolo.




ANNEXO 1 – MAD EXTRA BALL

Mission: Impossible tuvo un importante nivel de merchandasing. Tuvo sus tebeos, sus adaptaciones al bolsilibro, sus juegos de mesas, sus colecciones de cromos. Y como buen producto de consumo popular con éxito, tuvo sus parodias. Una de las más memoradas fue esta historieta publicada en la contraportada del número 134 de la revista MAD, en 1970. El dibujo era de John Cullen Murphy y el guión de Chevy Chase. Sí. Ese Chevy Chase.

mission impossible FOTO NUMERO 7



ANNEXO 2 – EL EQUIPO DE LA PRIMERA TEMPORADA (quédense con los nombres y rostros porque después de esto los doy por sabidos).


Mr. Briggs (Steven Hill), recibe los mensajes, selecciona el equipo, planifica lo imposible y dirige la orquesta en directo.


Cinnamon Carter (Barbara Bain), modelo jamona especialista en usar la seducción como distracción.


Rollin Hand (Martin Landau), genuino a la par que falsario doppenganger múltiple de la villanía, capaz de suplantar a cualquiera, dando igual raza o acento.


Barney Collier (Greg Morris). Cupo étnico experto en telecomunicaciones, micrófonos y ruidos de fondo con interferencias.


Willy Armitage (Peter Lupus). Indispensable armario sin líneas de diálogo, siempre presto a dar mamporros y cargar con los equipos más pesados mientras asiente con la cabeza.

ANNEXO 3 – LOS EPISODIOS DE LA PRIMERA TEMPORADA


1. Piloto
2. Memoria
3. Operación Rogosh
4. Liberar al anciano Parte 1
5. Liberar al anciano Parte 2
6. Las probabilidades del mal
7. Ruedad
8. El rescate
9. Érase una bobina
10. Los portadores
11. Los fantasmas de Zubrovnik
12. el engaño
13. Elena
14. Un espía sin riendas
15. El legado
16. El dragón reacio
17. La Conspiración
18. El Juicio
19. El diamante
20. La Leyenda
21. Bola de nieve en el infierno
22. La confesión
23. ¡Acción!
24. El tren
25. Descarga
26. Un Terrón de azúcar
27. El traidor
28. Médium

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