Omar Khan, con ayuda de Pete Tombs (es decir, los responsables del indispensable sello Mondo Macabro) ha dirigido el primer gore de la historia de Pakistán. Poca broma: el país, como saben, es un polvorín islámico y con excedentes humanos. Poca broma. La precariedad económica que luce el filme está, pues plenamente justificada. Y aunque de manera inmediata funciona como subproducto que rehace La Matanza de Texas (a menudo plano a plano) y le añade zombis fulcianos y alguna que otra referencia a Maniac y Evil Dead, son varias las reflexiones que uno puede sacar al respecto. Uno es evidente: Omar Khan sabe que parte de la nueva oleada zombi se debe al post 11-S y que, de hecho, Pakistán y alrededores (Rak, Iran, Afganistan) es cuna de zombis. No los mismos zombis a los que estamos habituados últimamente. Los muertos vivientes de Romero somos nosotros, pero los de Fulci probablemente viven en Pakistán. Pero, como les digo, la película es La Matanza de Texas. Y nosotros, zombis de Romero, seguramente veremos con extrañeza a ese grupo de universitarios pakistaníes de clase alta que fuman porros, decoran sus furgonetas con estampas de pop mujaidín y se escapan de casa para ver un concierto de rock'n'roll. Desconozco si ese Pakistán existe, supongo que sí, al fin y al cabo es una dictadura laica aliada a los EEUU. Y si existe, es lógico que el psicópata que destripa adolescentes pecadores también habite en el país. Islamabad es Texas y Caracuero lleva burka, y como allí la modernidad lleva retraso y está mal distribuida, no utiliza motosierra sino que persigue a los chicos con una maza mediaval. Aunque la otra lectura quizá dé más miedo: la juventud descarriada somos nosotros, y el sociópata islámico anda la acecho. Por cierto, la peli incluye un cameo del actor que dió vida al Drácula pakistaní en Zinda Laash. Al fin y al cabo fue el mismo Omar Khan quien recuperó el perdido filme.
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