Glénat ha editado uno de esos còmics que uno nunca pensó que leería, a estas alturas, en castellano: la primera aventura de Hypocrite, personaje creado por Jean Claude Forest para las páginas del mítico semanario francés Pilote allá por 1962. Forest es, para nosotros, un ilustre desconocido, pero seguro que atarán todos los cabos si les digo que fue el padre de Barbarella, la heroína pop por excelencia famosa por la entrañable adaptación cinematográfica protagonizada por una apetitosa Jane Fonda en edad de merecer. Hypocrite fue su otro gran personaje femenino, una morenita de negros leotardos, escote generoso, tacones, calzones a rayitas y una melena coronada por un largo pelo despendolado. La aventura del álbum, titulada Cómo descodificar el Atircopih, me ha provocado oleadas de placer popero, pero ojo, sus virtudes están más en el placer estético y en la inocencia contextual, en la conversión del folletín en un alegre caos absurdista. Porque también es cierto que la lectura puede resultar algo dura en algunos momentos, por el exceso de letra, por el tiempo que ha pasado y la evolución del medio narrativo en esos casi 50 años desde su publicación original, por leer seguido una obra pensada como un par de páginas semanales. Y por el delirio, claro, una arma de doble filo siempre peligrosa. Pero también hay que poner la obra en situación para acabar de disfrutarla. Forest, con Hypocrite, jugó al caos narrativo y a la escritura automática de tebeos, a comenzar una aventura y dejar volar su imaginación para llevar un cómic a territorios entonces no explorados. Seguramente sin esta pizpireta morenita no hubieramos tenido El Garaje Hermético de Moebius o la Adele Blanc-Sec de Tardí. Además, qué coño, es tan rematadamente pOp que el disfrute ausente cae por su propio peso.
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