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3.3.07
SCORSESE CONTRA HONG KONG
El lunes doña absenta y yo nos reunimos en la sala de la mansión ausente para ver Infiltrados. Sí. Lo sé. Unas horas antes había resultado la gran vencedora de eso que llaman la Noche de los Oscars. Considérenlo una ingrata casualidad del destino. A mí lo de la estatuilla esa me importa tres pimientos. Puedo alegrarme porque un año triunfen Sin Perdón o El silencio de los corderos, pero básicamente la cosa acaba ahí. Lo que envuelve ese galardón me la suda y la sola idea de ver una película porque la noche anterior fue considerada por los putos miembros de la academia como La Mejor es algo que me repatea las entrañas. Así pues, ¿Por qué lo hicimos? Fácil: la semana anterior revisamos Infernal Affairs (aquí editada como Juego Sucio), el incomensurable original made in Hong Kong, y la idea de visionar el remake con el antencedente bien fresco era una evidente y tentadora opción ya programada sin tener en cuenta la agenda del mundo del espectáculo. Programada de antemano para poder comparar, meditar y demás acciones de intelectualidad ausente.
Debo reconocer que lo que viene a continuación es un relativo reto. Por un lado, admiro a Scorsese. Uno de los Nuestros es una de mis películas favoritas. La trayectoria de Martin justifica con creces el premio, junto a su condición de eterno perdedor de la tonta velada; además, dudo que sus otras rivales le hicieran sombra. (También creo que el hecho de que haya sido ahora y con un remake incluye un cierto halo de tristeza o hasta de maldad académica). Pero por otro lado, soy un efusivo defensor del concepto de thriller policiaco que tienen en el lejano oriente y el ninguneo al que a menudo se ve sometido me molesta. Ninguneo hipócrita y malintencionado, a mi juicio. Sólo hay que ver la ristra de revisiones americanizantes a las que se somete la filmografía asiática reciente. ¿Por qué el remake de Dark Water ha tenido más espectadores occidentales que la obra maestra original? No veo nada malo en el concepto del remake per sí mismo, aunque sea síntoma de carencia de ideas, si no fuera porque a veces intuyo injusticias más premeditadas. Opacas barreras arancelarias destinadas a que el público occidental no sepa que las lechugas asiáticas pueden ser mejores que las nuestras. El caso de Infernal Affairs versus Infiltrados es uno de esos casos: ¿por qué se habla tan poco de la excelsa materia prima?
No hay nada malo en el proceso gástrico contaminante. Ahí tienen ustedes ese hermoso periplo que va de Cosecha Roja a The Killer pasando por Rashomon, Por un Puñado de Dólares y Kárate a Muerte en Bangkok. Esencia Pop a la que ni siquiera podemos calificar de explotativa sino, como dije, gástrica. Se come, se digiere y se caga, entendiendo el cagar como acto creativo de materia nueva reciclada, de la que el remake es una de las muchas formas. A mi que el bueno de Scorsese flipe con una producción china y decida revisarla me parece estupendo. Y es evidente que el bueno de Martin se siente como pez en el agua jugando con policías y ladrones. De hecho, casi obligaría al bueno de Martin Scorsese a limitarse a ello porque las disfruto muy mucho. Infiltrados me gustó y en mi interior se desataba una tormenta: me cae bien Scorsese pero La Otra es cine de HK. Y si decides confrontar una con otra te das cuenta de que la china es mucho mejor. Sí señores, en esta entrega del combate Scorsese contra Hong Kong el bueno de Martin pierde, aunque es justo decir que incluso las tablas las tenía complicadas de partida.
Vaya por delante que a partir de aquí se esparcen aleatoriamente detalles argumentales, así que si no han visto ninguna de las dos… que lo sepan: explico el final con pelos y señales. La primera, atroz, diferencia es el tiempo invertido en explicar lo mismo. La china dura 91 minutos, la americana 151. Una hora exacta más. Resulta curioso comprobar como ese desfase temporal no va acompañado de demasiadas variaciones. Infiltrados explica lo mismo, de manera muy idéntica y con muy pocas diferencias: la mayoría de las escenas son las mismas. ¿A donde van a parar esos 60 minutos? Desgraciadamente en paja si tenemos en cuenta que Infernal Affairs (IA a partir de ahora) es, entre otras muchas cosas, pura concisión argumental y está narrada a las mil maravillas. Es cine en estado puro. Ese cine puro que muy a menudo está alejado del centro del Imperio. Sus primeros diez minutos son un claro y modélico ejemplo. Exigen plena concentración del espectador, es cierto, pero de eso se trata. Scorsese tarda media hora para lo mismo y siembra demasiadas pistas. En la original la existencia de los infiltrados se revelaba en plena operación policial en un excepcional tour de force de tensión fílmica. En Infiltrados ya se sabe y la operación policial (que es con microchips, no droga, y con traficantes chinos, por lo que más que un guiño parece... soberbia: Nicholson les dice que están en EEUU y "aquí se hacen las cosas bien") pierde intensidad en comparación. E incluso diría más, en IA la infiltración ha durado años mientras que en Infiltrados son sólo seis meses los que pasa Leonardo enquistado en las filas del mal. ¿No creen que la verosimilitud se resiente? ¿No ven meteórico y exagerado su ascenso hacia la cúpula mafiosa, y más teniendo en cuenta de que en ésta se conoce su pasado en la academia de policía?
La otra parte del exceso de metraje yanqui va a parar en buena medida a las manos de Jack Nicholson, que no es algo que me moleste en demasía (su histrionismo me hace gracia) pero no me negarán que es del todo supérfluo. Y los restos a unos cuantos nuevos personajes: el policía gordo e inútil encarnado por Alec Baldwin (un acierto) y el arisco agente interpretado por Mark Wahlberg. Personaje éste que tienen una única función argumental: el final. Y ahí quería yo llegar: al final. Ambos serían prácicamente idénticos sino fuera por un añadido: en la china el poli corrupto triunfa, en la Americana muere a manos de Wahlberg. Ya saben: el mal nunca triunfa, utópico e iireal mensaje con el que mayormente nos vienen torturando los usacas desde el Código Hays de los 40. Y me jode que Scorsese caiga en la trampa y lo acate. Qué digo caer en la trampa... lo busca y se inventa un personaje para que pueda ser así.
Es por cosas como esta que Infernal Affairs me parece muy superior al remake norteamericano. Es más concisa, más cine, más directa, menos ambigua, menos moralizante. Lo que no quita que Scorsese incluya algún acierto no procedente del original, como el ya mentado policia inútil, Baldwin, aunque es paja decorativa; momentos de desmelene gratuito, como ver a Nicholson jugar con una mano amputada o revolcarse mentalmente en montañas de cocaína (vieja afición del bueno de Martin); el uso de una banda sonora pop y punk como recurso narrativo (algo que en Uno de los Nuestros era una mayavilla). Pero son cosas que la balanza apenas percibe. Y luego estaría la fusión de los dos personajes femeninos chinos (la psicóloga y la novia del policia corrupto) en uno. No es mala idea pero tiene un problema: de nuevo nos encauza hacia el complaciente final americano.
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