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1.4.07

LAS MUTANTES DEL FUTURO SE PINTAN LAS UÑAS Y CALZAN DORADOS TACONES

terror from the year 5000


Cuando, a raíz de la revisión de filmes y carteles de la AIP que vengo realizando, opté por visionar Terror from the year 5000 (aka El Terror del Año 5.000) sabía que me iba a encontrar con la clásica serie bé fantacientífica repleta diálogos absurdos y modestos efectos al servicio de un argumento delirante, pero lo que no esperaba era encontrarme una de las obras maestras del trashpop cincuentero, sin nada que envidiar a, por poner un ejemplo, los grandes títulos de la filmografía de Ed Wood. En la segunda revisión, mientras seleccionaba imágenes y anotaba diálogos (dos de ellos pasaron a engrosar las enajenaciones: uno y dos) mis ojos aumentaban de tamaño, mis pupilas se dilataban y la mandíbula se destensaba ante tamaña reunión de maravillosos despropósitos.

Los motivos que la hacen memorable, disfrutable y reivindicable son numerosos: viajes en el tiempo, actividad de truque espacio-temporal, protagonismo del Carbono 14, científicos que bostezan y polemizan en incómodas sillas, mayordomos voyeurs adictos a la pornografía, triángulos amorosos, mutantes radioactivas del futuro revueltas en purpurina que se pintan las uñas y calzan zapatos de tacón, mensajes atómicos, rubias descocadas, submarinismo en charcas de medio metro, máquinas con botones luminosos que hacen ping, lucha de sexos, inauditas bifurcaciones argumentales que sirven para marear la trama cinco minutos y que luego son olvidadas. Si me lo permiten, realizo un recorrido visual a alguno de los hallazgos del filme, un formato de posteo al que hacía tiempo no acudia. Pero es que este magno título lo merece con creces.



La peli se inicia con las clásicas y apandadas imágenes de archivo de aviones militares y lanzamiento de satélites espaciales, mientras una voz en off introduce la historia mientras al fondo se iluminan lucecitas, botones y las máquinas hacen ping:
“En el año 1947 el hombre rompió la barrera del sonido. En 1958 el hombre lanzó el primer satélite y traspasó la barrera que le separaba del espacio. Hoy, en una región aislada del centro de Florida, el hombre lucha por traspasar la más impresionante de todas las barreras: la barrera del tiempo. El profesor Howard Erlin, físico nuclear, investiga incansablemente el futuro como único fin es salvar al mundo del terror."


El cansado profesor Howard Erlin trabaja con el joven Victor, a la sazón prometido de su hija y quien financia la investigación. En la imagen superior le tienen, sentado en una indigna posición para ser quien carga con el peso de ser el Mad Doctor de la función, un personaje sin igual que se comporta como un rebelde juvenil (de ahí que el filme estuviese a punto de ser Yo fui un Mad doctor Adolescente o similar, ahora no recuerdo) mientras anda arrebatado por el intercambio de objetos radioactivos con el futuro. Sus razones nunca estan claras del todo, aunque el ansia de dominar el mundo es el eje dominante. Una ansia muy de andar por caa, eso sí.



El profesor Erlin trabaja en una isla apartada y requiere la financiación ajena de Víctor porque fue expulsado del consejo atómico, acusado falsamente de traidor, y porque su experimento interfiere en las emisoras de televisión a kilómetros de distancia. ¿Y con qué experimentan? Pues con una máquina del tiempo. Sí, lo sé, el género del cronofuturismo genera (el género genera, bonito ¿eh?) paradojas y pueden dar dolor de cabeza. No sé preocupen. Las paradojas de El terror del año 5.000 vienen provocadas por la propia dinámica de la serie zeta y sus toscos pero encantadores guiones sin sentido. Por cierto, nuestra máquina del tiempo tiene una peculiaridad: de momente se dedista a establecer lazos mediante el conocido método del trueque o intercambio. La cosa es sencilla: introducen un objeto del siglo XX en el cacharro y éste les devuelve uno del año 5000. Erlin y Victor sospechan que, allá en el futuro, hay alguien esperando sus regalos presto a subsituirlos con otra cosa relacionada con el primer objeto, como muestra de inteligencia. ya saben que a los cintíficos esto de la inteligencia les parece primordial. Pero no adelantemos acontecimientos. Lo cierto es que Victor y Erlin tienen perspectivas diferentes, como revela este enajenado diálogo inicial:

- Esto se acabó. No haremos más experimentos hasta contar con una verificación objetiva del exterior.
- Llevamos muchos meses dándole vueltas al mismo tema.
- Y continuaremos haciéndolo hasta que estemos absolutamente seguros de porqué ocurre.
- Yo no pienso financiarlo.
- Victor, cuando invertiste tu dinero en este proyecto sabías que lo hacías más por motivos personales que científicos, pero acepté tu ayuda con la condición de que sería yo quien tomara las decisiones.
- Mire, profesor. Nunca he pretendido ser científico. Pero sé una cosa: mi padre no se hizo rico esperando una verificación del exterior.
Siguió experimentando y obtuvo resultados.

Hago una pausa para remarcar un importante detalle de tecnología pulp: la máquina del tiempo incluye una flecha que se ilumina intermitentemente para señalar que la lucecita de arriba, que hace ping, también se ilumina intermitentemente. Sin duda, una gran medida de seguridad.



La verificación del exterior resulta ser la prueba del carbono 14, por lo que envían la estatuilla al Dr. Robert Hedges, que antes del paquete ya había recibido un telegrama de queja por la tardanza de resultados (así es la impaciencia científica). Hedges, tras maravillosos diálogos con su secretaria, la Srta. Blake, ejemplo de rubia tonta que se refiere al carbono 14 como “la prueba esa”, dialoga en la soledad de su despacho-laboratorio con la estatuilla: “no puedes existir, has de llegado antes del tiempo”. El espectador descubre, atónito, que la validación arqueológica del Carbono 14 también es útil a la inversa: certificar que un objeto procede del futuro, concretamente del año 5200 D.C. Observen, por cierto, de la imagen superior, la majestuosa decoración del despacho, con ese bello cuadro de caza que lo preside, y tengan en cuenta que la mesa es el laboratorio. Para la prueba del carbono 14 no hace falta más.



Ante la extrañeza de la anomalía temporal, Hedges envía la escultura a otro laboratorio para averiguar su composición. Allí, la casualidad de un cercano contador Geiger (con la aguja descontrolada y a punto de implosionar) desvela la terrible realidad: la cantidad de radioactividad que desprende la estatuilla es tal que exponerse a ella de manera continuada produce la muerte en dos semanas. "¿alguien quiere asesinarle, doctor Hedges?" Lo cierto es que los científicos de la isla conocen ese riesgo y aún a´si la han enviado viajando por correo ordinario, cruzando medio país y sin avisar a su destinatario de los riesgos que conlleva. Una de las perlas argumentales que hay que destacar.

Mientras Hedges acude a la isla de Florida donde investigan Erlin y Victor, sufrirá una persecución automovilística metida con calzador, en plena fase de “sospecha de asesinato” (que sólo dura tres minutos, el filme es de desarrollo argumental inmediato), que sirve para presentar un nuevo personaje de la función, Claire. La descocada y lanzada hija del profesor Howard Erlin no debe estar muy contenta de su relación sentimental con Victor ya que enseguida se dedica al coqueteo seductor con el mucho más viril experto en Carbono 14, lanza indirectas como puñales y acabará (velozmente, como todo en este filme) entregándose a la infidelidad. El personaje también es el eje sexual del asunto: en dos ocasiones aparece en traje de baño (uno de ellos, atención, un biquini, y luego, ya con un más recatado monopieza estampado de leopardo modelo 1958).



Por si fuera poco, Claire es el objeto del deseo de un quinto protagonista de la historia (pero no último, que esta es obra coral), Angelo, el criado cuya función principal es cocinar y lavar tubos de ensayo, pero también un voyeur ensimismado en la jamona Claire, a la que espía por las noches o mientras se pone el traje de baño, y en la que sin duda piensa mientras repasa revistas pornográficas en el cuchitril que le sirve de guarida. Argumentalmente, la presencia de Angelo sirve para bifurcar de nuevo la historia: la presencia de un feo secundario al que enfocar siempre como ente malsano de oscuros propósitos sexuales.




Claire poniéndose en bañador oculta tras una palmera enana...


... mientras Angelo la observa


Angelo en su cuchitril, consumiendo embrutecedora pornografía


La película entra en una fase plenamente vouyeur, como pueden comprobar, mientras por un lado Victor realiza experiementos a escondidas, obsesionado con una mujer del futuro que parece querer traspasar la barrera del tiempo, y por el otro su novia y el del carbono 14 se enrollan y se bañan (indistintamente) en la charca buscando maletas con gatos requemados por la radioactividad y siendo onbservados por un criado salido. El profesor Erlin, mientras tanto, pasa el tiempo haciendo la siesta en incómodos sillones.



Una cosa que me llama la atención del filme es precisamente esa tendencia a la silla incómoda. Hace un rato ya les mostré a Victor espatarrado en una butaca y a continuación les dejo un par de ejemplos del contexto en que se producen las conversaciones. Primero una imágen de científicos debatiendo la relatividad sobre taburetes, encajonados en un rincón entre la mesa y la pizarra, y luego otra en la que bostezan ante la intensidad del diálogo (nótese que Erlin está sentado en un camastro).





Una muestra de metalenguaje promocional: para distender la situación, los protagonistas acuden a una sala de cine para ver I Was a Teenage Frankenstein, otro filme de la AIP estrenado el mismo año y al que ya dediqué una reseña hace unas semanas. Víctor se queda en la isla haciendo cosas malas.



Nuestro amigo Bob Hedges, el arquólogo ("el ser exageradamente cauto es una deformación profesional de los arquólogos"), no contento con traginarse a la rubia de la función, observa los misteriosos movimientos de Victor, que sigue experimentando sin que el resto lo sepa. Y eso es difícil porque la máquina del trueque temporal no sólo interfiere en los televisores, sino que encima apaga los motores de gasolina. Aunque ese es un detalle al que esta bella zetosidad acude sólo cuando es necesario de la misma manera que se olvida si lo requiere la historia. Victor anda arrebatado con la idea de que una extraña mujer del futuro quiere utilizar la máquina para plantarse en el siglo XX. No me pregunten la relación, pero la cosa es que el funcionamiento del aparato mata a los gatos. Esa es la única razón que le encuentro al hecho de que Víctor se dedique, por las noches, a tirar maletas a la charca. Actividad que no pasa desapercibida para el cauto arqueólogo, quien, ni corto ni perezoso, decide prácticar submarinismo en la charca de medio metro de profundidad para descubrir que en las maletas oculta gatos requemaos.





Bueno. Creo que son gatos. También podría ser un primate. O un primate primero y luego un gato. Miren. Tras mucho meditar sí tengo una teoría y es que son animales que Víctor pone en la máquina del trueque temporal para facilitar la llegada de la hembra del futuro, aunque lo cierto es que nadie lo explica. La película, como les digo, avanza en un desornado trasiego de personas arriba y abajo, interrumpidas por una sucesión de escenas con la gente dialogando en lugares poco aptos para ello y las consabidas visitas a la charca, hasta que Víctor se sale con la suya y teletransporta a la hembra del futuro, a la que de entrada vemos poco rebozada como está en purpurina y desprendiendo lucecitas radioactivas.



Víctor, por cierto, sale malparado del primer contacto, con unas poco recomendables quemaduras radioactivas. Así que hay que llamar a una enfermera. Cómo llega ésta a la isla es otra importante pregunta no despejada.



El problema es que la hembra del futuro se cruza en el camino de la enfermera y la suplanta. Entra en la casa como Pedro por su casa y, a sólas con Victor empieza a hipnotizarlo con sus doradas uñas radioactivas del año 5000.



Pero claro, recuerden que, según las normas no escritas del cine de derribo, tan sólo una mujer puede sospechar de otra mujer. Así que Claire, la antes insatisfecha hija el profesor Erlin (insatisfecha por el escaso interés en el sexo de Víctor y satisfecha tras la llegada del varonil arqueólogo) , tiene la mosca tras la oreja ante la nueva presencia femenina, irrumpe en la habitación, hace ver que se le cae una cosa, se agacha y entonces....



... entonces descubre que la enfermera es la hembra del futuro ¡porque calza zapatos de tacón dorados y con ribetes! No me digan que no es hermoso. Si alguna vez la calificación de coolzetoso tuvo algún sentido es ahora. Entienden por qué me remitía a Ed Wood en la introducción de este texto. ¡Las Mutantes radioactivas del futuro calzan zapatos de tacón dorados! ¡Fetichismo cronotemporal atómico!



Sabiéndose descubierta, la mujer del futuro revela su auténtico aspecto. Que es bastante feo. Y, cómo no, sus planes, aunque en un primer momento se dirige a ellos en griego, olvidando que llegó como enfermera hablando inglés, confundida por una lambdas y omegas que decoraban uno de los objetos cronotrasnportados (es complicado de explicar, lo sé). La mujer del futuro, tras mostrarse muy crítica con la mujer del siglo XX, revela lo que nos depara el año 5000:
"Debido al creciente nivel de radioactividad del siglo XX, uno de cada cinco niños será mutante y vivirá aislado en colonias especiales. En cada generación nacen más y más mutantes y sólo con genes preatómicos podemos romper la cadena hereditaria."
Básicamente, el plan consistía en abducir a Víctor y llevárselo al futuro para convertirlo en un banco de esperma ambulante. Bueno, no lo explica literalmente así pero esa es la idea. Qué sea precisamente Víctor, falto de toda tensión sexual y el único contaminado por la radiactividad de la deslumbrante mutanta con tacones dorados, es una paradoja a la que aún no he sabido responder y que me agobia tanto que debo terminar aquí esta crónica y trasladarme al taburete más cercano a platicar conmigo mismo sobre el tema.

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