Halloween. Me hace gracia porque muchos la consideran una fiesta importada de los EE.UU. cuando en realidad que en la víspera del 1 de noviembre los espectros del Más Allá visiten nuestra dimensión es una tradición que se pierde en la noche de los tiempos. Los yanquis se han limitado a reinterpretar a su manera la Noche de Difuntos. Recuerdo que mi madre me explicaba una historia tremenda en la que un ser resucitado salía de su tumba y se acercaba hacia casa con la única pretensión de devorar mi hígado. Era un cuento de horror soberbio fruto de la tradición oral. Los origenes (y posibles variaciones) los desconozco, pero la gracia de la historia era la cada vez más cercana proximidad del podrido caníbal (y, por tanto, un claro precedente del zombie moderno). Yo vivía en una tercera planta, así que el cuento avanzaba veloz:
Sale de su tumba. Camina por el cementerio. Avanza hacia casa. Ya está en la portería. Sube por las escaleras. Ya está en el primer piso. Ya está en el segundo. Ya está en el tercero. Avanza por el vestibulo de la sala. Está en la puerta de la habitación. Entra y... ¡Devora tu higado!Como ven, no había motivos ni fanfarrias. Sencillamente un muerto hambriento con un objetivo y un recorrido perfectamente reconocible para un niño de seis años. La sencillez del cuento de horror en todo su esplendor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario