STRAY CATS : STRAY CATS (1981)
Por muchas maneras que se apunten, cuando se tienen quince años se es gilipollas por definición. Va con la edad. Cuando yo tenía quince años era gilipollas. Apuntando, pero gilipollas. Cuando tenía quince años había tomado partido, como si de un equipo de fútbol se tratara, por la new wave, el punk y los mods. Tampoco está tan mal sino fuera porque al otro extremo, en lo odiado, colocaba a los rockers y (al bueno de) Sleepy Labeef. Elvis era lo peor, el establishment. Ya les dije que era gilipollas. Afortunadamente, aparecieron los Stray Cats. Los vendían como punkabilli y en mí pudo más lo punk que lo billy, y eso que Matchbox o Crazy Cavan eran entonces, en mi pavez, el enemigo. Tardaría mucho tiempo en darme cuenta que Crazy Cavan & The Rhythm Rockers eran de puta madre. Pero a lo que iba, el primer álbum de los Stray Cats me vino muy bien para romper prejuicios. Brian Stezer, Lee Rocker y Slim Jim Phantom, con sus chupas de cuero, sus tupés extralarge y su pose desafiante en un garaje guarro me sedujeron inmediatamente. Guitarra, contrabajo y semibateria como locomotoras. Al fin y al cabo algo que sale tan de las entrañas como el punk viene de ahí. Pero yo era gilipollas y no lo sabía. Pero coño, este primer álbum de unos neoyorquinos emigrados al Londres de finales de los 70 bajo el manto protector de Dave Edmunds (con Rockpile la Nueva Ola se encontraba con el rock'n'roll). Si habia algo llamado powerpop, los Stray Cats eran powerrock. Acelerado, vital, básico y muy rítmico. La semibatería era portentosa, trepidante. Y qué decir del contrabajo. Una ametralladora rockista y primitiva con hits como Runaway Boys o Rock This Town que por momentos se acercaba a un ska exótico, junglista y plagado de chillidos (Ubangi Stomp), al swing ululante (Stray Cat Strut, My One Desire) o a los Clash (Storm the Embassy, Rumble in Brighton). Y eso sin perder de vista a Elvis como precedente malsano del psicobilly crampero (Crawl Up and Die) o tocar todos los palos del rock'n'roll clásico, siempre a toda velocidad y con un buen gusto exquisito. Stray Cats se me descubrieron como algo supercool en un momento en yo que pensaba que no había nada más lejano a ese concepto que un tupé en plena erección grasienta. Pero es que, joder, el primer disco de los Stray Cats es una joya. Bugaloo encefálico de altos vuelos. Llevo toda la semana con él y no puedo parar. Runnin' faster, faster all the time.
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