A estas alturas ya deben ustedes saber que El Blog Ausente no es, precisamente, el mejor lugar para acudir en busca de rabiosa actualidad (nota la margen: la actualidad muerde y echa espuma). Y como prueba lo de hoy. Anda media internet valorando el final de la segunda temporada de Perdidos y vengo yo por aquí a comentar que hace nos días liquidé la primera. Además, tan poco dado como estoy últimamente a ver estrenos recientes, en parte por imposibilidad familiar, y en parte porque cuando me pongo ante la tele de la sala (grande y gorda) lo que me viene en gusto son las cosas que mayormente leen por aquí. Pero miren, disponíamos doña absenta y yo de toda la tarde del domingo libre y nos pusimos el King Kong de Peter Jackson. Así que de manera somera dedicaré unas líneas a ambas cosas perdidas y peludas.
La mayor virtud de la serie de JJ Abrams es que los episodios duran poco más de media hora. Eso, desde la perspectiva familiar de la Mansión Ausente es un acierto del copón. Con media horita doña absenta y yo podemos jugar ver un par de episodios a la semana sin que resulte dramático. Como serie nos ha resultado, en esta primera temporada, bastante divertida. Vale, hay ciertos excesos en el tema de los flashbacks. Y algunos personajes que nos dan una tremenda tirria, como el rockero exdrogadicto y la preñada (ahora ya madre), pero se compensa con otros personajes interesantes y que nos son simpáticos. Tampoco guardamos demasiada confianza en una resolución de la trama que nos deje boquiabiertos. Vamos, que podemos especular sobre agujeros temporales, perdidas maquinaciones gubernamentales (rollo Cube) o incluso abducciones alienígenas, pero, sinceramente, creemos que lo importante no es como acabe sino la capacidad de generar la gran duda que impulsa todo guión pop hacia adelante: ¿Y ahora qué va a pasar?. Lo importante es el interrogante y no la respuesta, siempre implícita en la misma pregunta. también nos gusta mucho todo el rollo de los números malditos (donde no podía faltar el 23) y, desde luego, el episodio protagonizado por Hurley (el gordo de la foto) es una auténtica maravilla que retrotrae a los mejores Twilight Zone. Y es ahí donde está lo mejor de Perdidos, que tras su moderna apariencia visual tiene un tonillo como a vieja serie, como a Perdidos en el Espacio, Tierra de Gigantes, El Prisionero, Espacio 1999, Los Invasores, V y, claro, el clásico de Rod Serling citado.
Respecto al King Kong de Peter Jackson, también me sumo a las filas de los que la aplauden con fervor. La del '33 es una maravilla insuperable, claro. Recuerdo que siendo yo un muy tierno infante (cinco o seis años) mi madre me dejó quedarme despierto para ver un pase televisivo. Por desgracia me dormí justo cuando el gorila pillaba a la chica. Ví la de John Guillermin cuando se estrenó, en el 76, con diez años, un montón de veces, y nunca le he hecho ascos ni he renegado de ella. Con la de Peter Jackson volví a disfrutar como un chiquillo. Hay mucho de sueño de niño en ella. Me habían dicho que la primera hora era un sopor y a mí no me lo pareció en absoluto. King Kong no es sólo una historia de mono guigante, también una enorme película de aventuras y a eso dedican su primer tercio la original y las tres versiones oficiales. Es cierto que sigo prefiriendo al Jackson gamberro de Mal Gusto, Meet the Feebles o BrainDead, o que la banda sonora remite demasiado al Señor de los Anillos. Pero oigan, hay caníbales, hay dinosaurios, hay marineros arquetípicos, hay insectos gigantes (¿se fijaron en el plano-guiño a El Alimento de los Dioses?) y, sobre todo, está King Kong. Yo no le pido más, ciertamente. Y como el gorila gigante de la Skull Island es una de mis debilidades, les dejo con unas cuantas estampitas que he ido pillando por ahí.
¡Kong Pinball!
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