Mi admirado Crazy Japan enlazaba ayer por aquí un texto sobre el Dr. Arthur Lintgen, un figura del poder pajero inútil cuya existencia desconocía. El Sr. Lintgen posée una de esas facultades especiales del todo inútiles que tanto me fascinan y que inspiran secciones como las Vidas Ajenas o el Flash Mundial: puede leer los surcos de los vinilos y reconocer de qué piezas musicales se trata. La foto, además, me recuerda tanto a mi admirado Ingo Sponda que fantaseo con un encuentro entre estos dos titanes de la pajerez bien entendida.
Yo, que pertenezco a una generación donde el vinilo era lo normal, he observado muchos con detenimiento y sí, uno ve cambios en los surcos y tonalidades diferentes; es decir, que me lo creo, no sólo porque en Snopes certifiquen que no es un hoax sino también porque su especialidad es la música clásica,por lo tanto, acota el terreno: es posible que sea un caso de memoria fotográfica tras horas y horas admirando su colección. Respecto a la música moderna, con sólo la observación del vinilo llega a la conclusión (tras observas discos de John Cale o Stockhausen) que eso no sólo no es música sino que es una cosa incoherente y caótica.
Por cierto, que he estado mirando atentamente pero deprisa el blog linkado, The Proceedings of Athanasius Kircher Society y me temo que tengo lectura a disfrutar para rato: una auténtica enciclopedia de hechos y conocimientos que me encantan y que en su mayoría desconozco, como la existencia de este francés que ha sido el primero en ejecutar mentalmente una raíz treceava a un número de doscientos dígitos. La sociedad rinde tributo a Athanasius Kircher, un jesuita del siglo XVI que dedicó su vida a los jeroglíficos egipcios, al estudio del chino, a la creación de idiomas universales o a diseñar inventos extravagantes, al inventar por inventar. El retrato de su figura que se hace en la wikipedia hispana es un poco cruel: lo consideran más bien un charlatán que en realidad jamás descifró un jeroglifico, no le dio ninguna importancia al Manuscrito Voynich (que creo comentaba el Dr. Max hace pocas semanas en un acto de sincronía futura para con este post) o que diseñó máquinas de movimiento perpetuo que se paraban. Otra cosa que me seduce enormemente de este jesuita inquieto y ocioso son sus grabados, que tanto me recuerdan a la botánica inquietante. Me guardo todos estos temas en la enorme carpeta de cosas a desarrollar en el futuro. La carpeta está a reventar, por cierto.
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