Creo que tal día como hoy es el más indicado para ofrecerles una reseña que entra de lleno en uno de los grandes temas ausente: Lo Zombi. No sólo eso, la pelicula escogida es ni más y ni menos que una de las grandes obras maestras de la zetosidad italiana de principios de los 80s: La invasión de los zombis atómicos, coproducción hispano-italiana dirigida por Umberto Lenzi, cuyo título original es Incubo sulla città contaminata, aunque para los espectadores guiris sea más conocida como Nightmare City. El espectador español, además, tiene la gran suerte de disfrutar de atractivos tales como la presencia del querido Paco Rabal o que numerosas escenas exteriores fueran rodadas a las afueras de Madrid.
Tengan presente que cuando les digo que esta película es una obra maestra no estoy ironizando sobre la capacidad jocosa de un subproducto exploit italiano. No. Mucho se habló hace un par de años de la novedad que suponía dotar de velocidad al zombi del siglo XXI, alejándose del estereotipo lento y romeriano. Vale, sería una novedad sino fuera por este entretenidísimo filme. Aquí los zombis corren, disparan con metralleta, tripulan aviones, sabotean instalaciones militares, eléctricas o de telecomunicaciones, parecen seguir un plan preconcebido para hacerse con el poder y son más listos del hambre, además de tener cara de patata requemada, claro.
Pese a que la misma película utiliza la definición de zombi, es evidente que no estamos ante un zombi moderno clásico. De hecho, el origen de la infección es una misteriosa "fuga de gas radioactivo" en la que los afectados necesitan consumir sangre (no carne), aunque las peculiaridades del tema las podrán leer enseguida con un largo e hilarante diálogo que he transcrito en su integridad. Y es que los diálogos del filme son una maravilla. Ya saben ustedes que las películas de zombis modernos acostumbran a buscar una coartada con mensaje que sirve de licencia para poder justificar los excesos gores. Pero es que aquí, como verán, la cosa alcanza límites insospechados. Cada dos por tres los personajes lanzan unas peroratas filosóficas que dotan al filme de un tono de delirio pesimista realmente surrealista, y lo hacen cuando ya la propia película ha entrado en esa dinámica por su propio guión.
La cosa se inicia con la antológica secuencia del aereopuerto. Miller, interpretado por el hierático barbudo mexicano Hugo Stiglitz, es un (imposible) periodista de ética y moral intachable. Acude a entrevistar a un científico que puede dar datos sobre un accidente atómico. Llega en avión, pero la sorpresa nos/le sacude cuando del aparato empiezan a salir montones de zombis armados con hachas, metralletas, martillos pilones, machetes, cadenas, originando una apocalíptica batalla contra las fuerzas de seguridad. "Dios Mío, es absurdo" exclama el protagonista ante la matanza. Lo mismo piensa el espectador. Tras numerosos planos de cadáveres y casi sin un mísero fundido la película salta a un horroroso y cutrón ballet televisivo que riánse ustedes del Ballet Zoom y de Giorgo Arresu. "Todo el mundo es música" se llama el programa, pero allí está nuestro periodista ético dispuesto a interrumpir la emisión para dar el parte, cosa que no conseguirá al aparecer por allí el General Murchison (nada menos que Mel Ferrer). La seguridad nacional impone el silencio y al periodista le despiden. Al ballet volveremos a verlo poco después cuando la emisión vuelve a interrumpirse ante la invasión de los zombis atómicos en el plató, montando una sangría de bailarinas del copón (que incluye arrancamiento de pezones), y obviando el hecho de que se retransmite en directo. De hecho, nadie debe ver la infausta cadena porque el secreto guvernamental continúa y no salta la alarma.
La película, todo un delirio de primeros planos ojo de pez de zombis (cientos de primeros planos, en serio y pese a que los maquillajes no son para tirar cohetes), se construye a base de multitud de escenas paralelas que la dotan de un ritmo endiablado a la mayor gloria de David Ward Griffith. Por un lado tenemos al periodista al rescate de su esposa e intentando huir de la ciudad; por otro el estado mayor al mando de Mel Ferrer (el General Murchison), dictando medidas de emergencia destinadas al fracaso cada dos por tres; también tenemos a Paco Rabal (el Mayor Warren) montado en un helicóptero mientras su esposa (la jamona Maria Rosaria Omaggio) está encerrada en su chalet protagonizando las escenas más fulcianas del filme; finalmente, la hija de Mel Ferrer y su esposo pacifista, que odia a los militares hasta que la cosa se pone chunga, sufriendo el acoso de los zombis atómicos. Los escenarios siempre son el ejemplo de que una habitación con cuatro cortinas bien sirve para cuartel general del ejército, para plató televisivo (en clara usurpación de la tensión que provocaba al inicio del Zombi de Romero), el inevitable hospital (el peor lugar para estar ante una invasión de este calibre, pero es que la mujer del periodista es una doctora a la que rescatar), chalets de las afueras, iglesias posmodernas y una fiesta final en un parque de atracciones.
El pesimismo social se impone desde el primer momento. La mujer de Paco Rabal es una escultora que últimamente solo hace bustos de muertos. "Esculturas angustiosas que salen de otro ser" le dice a su esposo mientras este responde "eso es ciencia ficción". También los pacientes de la doctora, que leen libros rojos y tienen bigotes frondosos, piensan en guerras y muerte y filosofan que "Todo va mal en un mundo absurdo como este en el la gente sólo se preocupa por ganar dinero" con un "también se preocupan por tu úlcera" por respuesta.
Ya les digo que lo de los diálogos de este filme es una cosa a la que prestar mucha atención, así que les transcribo en su integridad la larga reunión militar que se produce a los 25 minutos del filme y que pone los puntos sobre las íes.
Gral Murchison: "Este es el cadáver de uno de los agresores que hemos recogido de la pista del aereopuerto. La autopsia desmiente de forma categórica que se trate de un extraterrestre. Su estructura molecular confirma que es un ser humano. Una paradoja dada la situación. Adelante coronel.
Coronel Frenton (ni más ni menos que el español Manuel Zarzo): "Soy el coronel Frenton del Instituto para la Investigación de Radiaciones Atómicas. El examen de varias muestras sacadas del cadáver que están observando ha revelado en los tejidos la presencia de un nivel de radioactividad superior a la media soportable por un organismo humano normal, es decir, las células presentan deformaciones estructurales que atestiguanun proceso más o menos reciente de regeneración de los tejidos".
Gral Murchison: Emplée términos más vulgares. Muchos de sus colegas no poseen un conocimiento adecuado del problema.
Col Frenton : En otras palabras, tanto éste como los otros zombis han estado sujetos a la absorción de fuertes radiaciones atómicas que han potenciado su capacidad física más allá de los normal.
Gral Riedman: ¿Como cuánto?
Col Frenton : Es difícil decirlo. El hecho es que las células de estos zombis expuestas a todos los tratamientos conocidos han resultado prácticamente indescriptibles.
Gral Riedman: En fin, una especie de superhombre.
Col. Frenton: Mucho más, general.
Gral Riedman: ¿Qué quiere decir?
Col. Frenton: Que el potenciamiento anormal de las cualidades vitales da a las células de estos zombis una capacidad genética directa, en consecuencia, sus víctimas son objeto de una contaminación aún cuando sufran simples heridas.
Mayor Warren (Paco Rabal): Lo que significa que están en situación de transformar a todos como ellos.
Col. Frenton: Más o menos es lo que puede ocurrir.
Mayor Warren: Y usted afirma que no pueden ser aniquilados con nuestras armas.
Col. Frenton: Desde luego su materia no.
Gral. Murchison: Disculpe Coronel.. ¿no es lo mismo?
Col. Frenton: No exactamente. Una máquina puede ser indestructible pero algo se puede conseguir bloqueando su funcionamiento.
Gral. Riedman: ¿Cómo?
Col. Frenton: Interrumpiendo el proceso de alimentación, por ejemplo. La contaminación atómica destruye rápidamente los glóbulos rojos. Esta es la razón por la cual estos seres tienen necesidad continua de sangre fresca. Pero eso no es todo. En lo relativo a un organismo humano, incluso potenciado, la fuente de todo movimiento es siempre el cerebro. Una lesión en los centros nerviosos puede paralizar y, por consiguiente, bloquear el organismo.
Gral. Riedman: ¿Quiere decir que sólo disparándoles en el cráneo podemos detener a esos... monstruos?
Col. Frenton: Este cadáver lo demuestra. Es el único cuerpo sin vida que hemos enconstrado. Presenta una destrucción total del cerebro.
Gral Murchison: Gracias Coronel. General Friedman, usted que ha entendido lo esencial, ordene a cada soldado y a cada policia que dispare al cerebro. Sea muy preciso en este punto. En cuanto al empleo de las fuerzas, adoptaremos el plan de emergencia H y como reserva la variante D por si la situación se escapa de las manos. Eso es todo, señores.
Como ven una delicia. Por cierto, por si se quedan con la duda, los planes H y D, aparentemente, consisten en Paco Rabal sobrevolando en helicóptero las afueras de Madrid, repletas de zombis, y llamando a la base cada dos por tres. Por su parte Hugo Stiglitz se convierte en el héroe de acción, la única persona capaz de resistir varias veces al ataque de los superzombis, rescatando a su mujer en el hospital en que trabaja y llevándosela en coche a las afueras de la ciudad. La esposa, de golpe, se convierte en una sabia filósofa que intuye lo que hay detrás de todo. Mientras viajan en coche establecen la siguiente discusión:
- ¿Cómo puede pasar algo semejante?
- Forma parte del ciclo vital de nuestra raza, por desgracia: crear para destruir hasta destruirnos nosostros mismos.
- Palabras. La realidad es que nos encontramos frente a mosntruos.
- Sí. Zombis. Creados por otros monstruos que tienen en sus mentes un obtetivo preciso: la conquista de un poder siempre mayor. Pero esta vez, al menos, no habrá justificaciones históricas si alguno de nosostros consigue sobrevivir.
- ¿Piensas que será posible detenerlos?
- La contaminación es como una mancha de aceite, quien puede decir cuánto se ha extendido el contagio.
Interrumpirán el viaje para tomar un cafe y fumarse un pitillo en un bar de carretera abandonado. Algo a todas luces ridículo dada la situación. Allí proseguiran la conversación a partir del hilo de la invención del café soluble (!).
- Otra ventaja de la civilización moderna, como la cocacola o la energía atómica. Vivimos en el siglo de las ventajas.
- ¿Pero no crees que deberíamos rechazar algunas de esas ventajas?
- Si, es posible, de todos modos no es culpa de la ciencia o de la tecnología, sino de los hombres. Nos enorgullecemos de haber inventado los ordenadores, pero no hemos sido capaces de preveer una matanza como esta.
- ¿Cuánto durará?
- No lo sé, pero una cosa es cierta, todos tenemos nuestra parte de culpa. Basta pensar en la vida que hemos llevado durante tantos años encerrados dentro de ciudades absurdas en una jungla de acero y cemento, como robots. Es triste pero es así.
- Esperemos que no sea demasiado tarde.
Más adelante, la doctora caerá en la desesperación. "Nuestra agonía es absurda. Somos como moscas en una tela de araña. No lo conseguiremos nunca". La respuesta del marido es una bofetada bien dada a la que sigue un intenso morreo. Quizá por eso el siguiente paso en la evolución del personaje de la esposa sea recuperar la fé al llegar a una iglesia. "¿Recuerdas las leyendas de la Edad Media? Demonios y vampiros no pueden entrar en la Casa del Señor. Ven, estoy segura de que aquí dentro no corremos ningún riesgo." Obviamente serán atacados por un cura zombi armado con un cilicio y al que matarán aplastando su cráneo con un caliz encima del altar. Esta escena es todo un mensaje pesimista sobre la modernidad del zombi y su carácter industrial y, por tanto, no religioso. Y al final de su periplo llegarán al parque de atracciones y a la Montaña Rusa (toda una metáfora sobre nuestra sociedad como parque temático) donde Paco Rabal intentará rescatarlos y será entonces (¡Spoiler!) cuando Hugo Stiglitz despertará de su pesadilla. Sí, en serio, de su pesadilla. Todo era un sueño, pero cíclico, porque ipso facto se dirigirá al aereopuerto donde daba inicio el filme. Es evidente que la trampa es total, uno no puede soñar que es varios personajes viviendo escenas paralelas, aunque salvado este error (sin importancia) el hecho explicaría porqué el prota exclama ante el ataque del aereopuerto "¡es absurdo!" o porqué es el único capaz de oponer resistencia a los superzombis: era un sueño lúcido. Y recuerden: las pesadillas pueden hacerse realidad. Con tamaño mensaje en pantalla finaliza esta obra maestra, una de esas películas que hay que ver al menos una vez en la vida.
Hugo Stiglitz dando el parte.
Paco Rabal toca cacho. Les interrumpirá una llamada. "Luego seguiremos hablando" le dice a su esposa. ¡Ahora lo llaman hablar!
Metalenguaje: zombi atómico por la tele
¡Pezones fuera!
Un zombi
Eduardo Fajardo experto lanzador de bisturís
Otro Zombi
Dándose el lote hemoglobínico.
Paco Rabal en su helicóptero.
Las afueras de Madrid
La genial escena de la iglesia. Fíjense que el plano está pensado para engañar al espectador. Éste no ve que el cura tenga media cara de patata, pero los personajes sí. Su sorpresa, pues, es un absurdo visual de envergadura.
Rescate en el parque de atracciones
El viejo truco.
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