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16.2.06

TRESCIENTOS TREINTA Y TRES DISCOS PARA AGITAR EL BOOGALOO ENCEFÁLICO # 000/333



Apelo a John Tones y al boogaloo como entes conceptuales.

A John Tones, a quien se admira en esta casa, por su osadia de hace unos meses de inaugurar dos secciones: Mil Películas de Hostias y Mil Películas de Terror. Sí, ya sé, tuvieron una entrega y ahí aguardan. Pero eso, precisamente, aumenta la fuerza del concepto al que apelo. Ese Mil titánico, casi imposible, eterno. Por simple respeto me quedo en trescientos treinta y tres. También puede ser una cierta cobardía ante la empresa imposible. Trescientos treinta y tres discos ausentes me suena empresa posible.

Al Boogaloo también apelo como concepto, no estrictamente al tipo de baile, no van a ser trescientos treinta y tres discos de boogaloo. Apelo al boogaloo como entelequia mental y musical que tiene ecos hermosos. Por eso añado lo de encefálico. El Boogaloo encefálico es esa chispa que producen determinadas melodías excitantes. La música como resonancia hemicraneal que puede inducir al baile, al frenesí, al relax, con la visión perdida esperando a que al do le siga el re y puedas continuar el ritmo en tu cerebro, en tu pié izquierdo, en tu cintura, con en tu trasero o haciendo lalalá.

En definitiva, que todo este rollo es para decirles que de vez en cuando tendrán aquí un disco seleccionado. Un disco que, en algún momento, me ha arrebatado. Cualquier tipo de disco o estilo o lo que sea. La clave está en que yo, quien esto escribe, lo haya disfrutado ciegamente. Que aún lo disfrute ciegamente. Tampoco quiero soltar demasiadas frases sobre cada disco. Me cuesta demasiado hablar de música y por eso quiero ser rápido y concreto, que lo importante sea la selección.

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