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2.1.06

VIDAS AJENAS (XIII)

Desde su más tierna infancia, Pablo Cañizares coleccionaba canicas. Admiraba aquellas pequeñas, pulidas y perfectas bolitas transparentes repletas de color. Dejaba pasar las aburridas horas de clase ensimismado, deseando que llegara la hora del recreo para poder jugar con ellas. Tan sólo un odio irracional hacia su compañero Tomás T. Penalva, al que hacía la vida imposible, le alejaba de su absorvente afición. Con el tiempo, Pablo se convirtió en el mayor experto en canicas de España. Trabajaba poniendo sellos de aparcamiento gratuito en el sótano de unos grandes almacenes y se esmeraba en que la impronta de tinta quedara bien impresa en los tíquets de los clientes. Un hermoso sello circular en la esquina izquierda superior, siempre a tres milímetros del borde. Al finalizar su jornada laboral recorría diversos establecimientos especializados en la venta de canicas a la búsqueda de nuevas piezas para su colección. Le consumía la idea de que todas las canicas eran diferentes. Pequeños, a veces minúsculos, trazos de color las convertían en objetos únicos. Las catalogaba y guardaba en cajas y, muy de vez en cuando, jugaba con ellas. Lo hacía con una delicadeza sin igual para evitar cualquier mella en la superficie de aquellas pulidas esferas. El 27 de septiembre de 1964 salió a refrescarse a la terraza de su casa y, cómodamente instalado en la tumbona, quedó ensimismado con la Luna llena de aquella noche. Tras varias horas contemplando el satélite terrestre se dio cuenta de algo terrible. Invirtió todos sus ahorros en la compra del mejor telescopio. Observó, analizó, anotó y comparó durante meses. Desconcía el motivo de aquella aberración, el sentido de su irracional descubrimiento, pero no tenía ninguna duda: la Luna no existía y era en realidad una canica gigante, artificial, que flotaba a no demasiados kilómetros de la estratosfera. Dispuesto a hacer pública aquella verdad imposible empezó a llamar a emisoras de radio y a escribir cartas a los más importantes periódicos. El 16 de noviembre de 1966 miembros de la NASA se introducen en el domicilio de Pablo Cañizares y, mientras duerme, abren su boca e introducen léntamente parte de la colección de canicas. Pablo Cañizares muere asfixiado. Durante los siguientes meses, todas las personas con las que tenían relación directa fallecen en extrañas circunstancias. Cualquier documento relacionado con él es destruido. Oficialmente, Pablo Cañizares ni existe ni ha existido jamás y nadie le recuerda. "Desde el Más Allá las cosas se ven más claras" es el mensaje, transmitido vía medium, que desea comunicar a los internautas de habla hispana.

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