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21.8.05
VIÑETAS DE LOS BALCANES : Los cómics sobre el conflicto de la antigua Yugoslavia (Parte Cinco)
“Me gustaría que Gorazde desapareciera”
Corresponsal norteamericano (Gorazde, Zona Protegida)
Hasta ahora me he centrado en los avatares de Ervin Rustemagic, en la ciudad de Sarajevo y en como sus faxes despertaron la rabia de algunos autores vinculados al conflicto por la amistad. Continuo con un autor de origen no balcánico que afronta el conflicto desde una perspectiva y un lugar muy diferentes: el norteamericano Joe Sacco y su Gorazde, Zona Protegida.
Joe Sacco, licenciado en periodismo por la Univeridad de Oregón, es todo un rara avis del medio, capaz de aportar una forma de hacer cómics muy alejada de los estándares habituales. Vinculado al cómic underground y alternativo norteamericano, lo que dibuja Sacco son auténticos reportajes periodísticos: en 1991 pasó dos meses en Gaza y Cisjordania y el fruto fue Palestine. Del mismo modo, a finales de 1995 visitó en cuatro ocasiones la ciudad bosnia de Gorazde y el resultado, Gorazde Zona Protegida, es quizás el mejor de los cómics aquí comentados.
La vinculación de Joe Sacco con el cómic underground norteamericano, ya sea por su dibujo caricaturesco (pero al mismo tiempo rico en realismo, en detalles, en claridad narrativa y de dibujo); o por la narración de tono autobiográfico (él mismo es uno de los personajes); o por una visión mordaz que rehuye victimizar a los protagonistas, mostrándolos también con sus miserias y expresando con sus caras mil y un sentimientos. Ambigüedad y patetismo propios de una generación de autores norteamericanos (Peter Bagge, Joe Matt) que tienen en su maestro al genial Crumb.
“Cuando los serbios llegaron a unos 50 metros de nosotros, reconocí a mis vecinos”
Izet, superviviente de la primera ofensiva serbia (Gorazde, Zona Protegida)
Si bien Palestine resultaba algo tosca, las 227 páginas de Gorazde componen una obra redonda, un gran documental sobre una de las zonas de guerra más castigadas (pese a ser zona protegida, atroz paradoja que no deja en buen lugar de las fuerzas diplomáticas internacionales). Como todo documental, no está exento de subjetividad (donde se planta una cámara la realidad cambia, por mucho que nos hayamos acostumbrado a creer en lo contrario, que la realidad es lo que vemos proyectado). Sacco lo sabe y pronto deja claro que los testimonios incluidos no tienen que ser completamente veraces. Queda a juicio del lector pulir las posibles exageraciones (aunque la verdad es que las noticias posteriores parecen dar la razón a los habitantes de Gorazde que pululan por este album.
Sacco recorrió la zona azul entre Sarajevo y Gorazde y convivió con sus gentes cuatro meses, los que iban desde una tregua en la cuerda floja tras cuatro años de asedio hasta los acuerdos de paz de Dayton. Estructurada en capítulos de variada longitud, la fluidez de lectura no se ve alterada por una narración que retrocede y avanza en el tiempo conformando tres bloques temáticos diferenciados, algo que también sucedía en el Sarajevo-Tango de Hermann. Por un lado hay una concisa explicación histórica que sintetiza diversos ensayos y la cronología periodística del conflicto. Otro bloque de historias se centra en el asedio de la ciudad y en las diferentes ofensivas serbias contra la misma; estos hechos narrados por las propias víctimas resultan espeluznantes, ejemplos de sinrazón, odio y violencia étnica, especialmente aquellos testimonios que hablan de vecinos de toda la vida convertidos en asesinos, de niños que han ido a cenar a una casa y que de mayores le han prendido fuego.
También hay sitio para detalles sociales más anecdóticos que describen las contradicciones de la naturaleza humana, como ese desprecio con el que los ciudadanos de la antes cosmopolita Sarajevo reciben a sus hermanos rurales, a los refugiados de Sbrenika, Mostar o Visegrad. Gente de pueblo, ruda y nada moderna que para los urbanitas bosnios encarnan una guerra que no entienden; los refugiados, a su vez, recuerdan que son muchas las décadas de odio étnico. Los habitantes de Gorazde saben que el horror no es nuevo e intuyen que se repetirá en el futuro.
“¿Si vuelve (a Gorazde), ¿Sería posible? ¿Podría comprarme unos Levi’s en Sarajevo? Unos 501 originals, tengo el dinero. Pero tienen que ser originals”
Emira, superviviente de 18 años, a Joe Sacco (Gorazde, Zona Protegida)
Siendo esos bloques magníficos, lo mejor del álbum es el tercer bloque temático: las historias en las aparece el propio Sacco junto a sus nuevos amigos bosnios. Aportan una visión a la vez tierna y desvergonzada; el mismo autor somete su propia caricatura a lo patético: ¿quién es él para mirar con mofa a algunas de las personas retratadas? ¿O para ponerse las botas devorando la comida que le ofrecen unos refugiados que lo tratan a cuerpo de rey?.
Es Gorazde una obra coral plagada de entrañables personajes: Mela, el niño que busca el contacto físico hasta la extenuación (“quería mezclarse conmigo, tomar mi lugar”); el entrañable Rikki, siempre cantando a grito pelado clásicos del rock norteamericano; Emira, Nudjema y Sabina, las muchachas veinteañeras que sueñan con pantalones Levis originales y hubieran sido carne de discoteca si no fuera por la guerra y porque en las pocas fiestas que se celebran están siempre las mismas caras. Y es que otra de las revelaciones de la obra está ese chip humano que busca la normalidad y que se intuía en Fax from Sarajevo, el huir de los problemas y distraesre con una cerveza o una película de Chuck Norris deseando que ese momento de distracción no termine nunca o, cuando lo haga el horror también se haya acabado.
Y, sobre todos los personajes, Edín, el guía, un estudiante convertido en soldado en un frente que es la verja de su casa. Edin ha visto su vida descomponerse y que, como dice al final cuando la paz parece estable, no quiere “una casa bonita o muebles bonitos: al final es probable que todo quede destruido”.
(Continua en parte seis)
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