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4.3.05
UN ASUNTO DE NEUTRINOS (Y DE ARAÑAS) (BUENO, Y DE CEREBROS TAMBIÉN)
Ayer, por segunda vez, acudí al ciclo de sci-fi mexicana que les anunciaba hace hace unos días. Una oportunidad única de disfrutar de una aventura de Blue Demon en pantalla grande. Un filme de 1966, en plena época dorada del género, titulado Arañas Infernales. Una sesión que disfruté al máximo. No sólo yo, las 60 personas (aprox.) que poblaban la sala rieron, se sorprendieron y, al final, aplaudieron jubilosos ante el inocente pero demoledor espectaculo que acababan de disfrutar. Los que se acercaban por primera vez al cine de este luchador enmascarado (a veces ensombrecido injustamente al lado de Santo) sin duda quedaron patidifusos. El descacharrante cine chatarra mexicano tiene un encanto inigualable, y más si se trata de una pequeña joya como la de ayer, sin duda un título a tener muy en cuenta al referirse al género.
La cinta narra una más de las paupérrimas invasiones alienígenas que asolaron el cine mexicano de los 60. La comparativa con las más elaboradas del rico vecino del norte es irresistible. Y se le puede sacar punta pese a su evidente explicación en las diferencias presupuestarias. Al fin y al cabo los alienígenas ricos invaden los países ricos, y los invasores modestos a los modestos. Para una raza tristona y en vías de extinción resulta lógico que el objetivo sea antes México y el enemigo a batir un luchador enmascarado que no los EEUU y sus científicos y militares.
Y es que los habitantes del planeta Aracnia se ha quedado sin cerebros con que alimentarse. Y en su vagar por el galaxía llegan a la Tierra y comprueban que está bien surtida. Todo esto lo explica un ampuloso narrador mientras suena una insufrible tonada electrónica, unos Kraftwerk experimentales, cacofónicos y desafinados que harían morirse de envidia a los más modernos ruidistas tecnoelectrónicos contemporaneos. El público de la sala recibió con aplausos la aparición del nombre del compositor en los títulos de crédito iniciales. A lo que iba, que un destacamente de extraterrestres aterriza en el planeta con el objetivo de alimentar de urgencia a su reina y llevarse, a su regreso, una generosa provisión de cerebros humanos.
El destacamento aracno-alienígena es digno de una detallada descripción. Por un lado la araña reina, un peluche que nunca vemos de cuerpo entero con dos bombillas por ojos, siempre en una cutre red y exigiendo cerebros con voz aflautada. Le encantan, le ponen a las víctimas en la tela y con los colmillos de la boca los sorbe directamente del craneo. Suele acudir rápido hacia la presa, excepto cuando ésta ha de ser rescatada por Blue Demon. Entonces se produce la habitual dilatación del tiempo fílmico no recíproca: al héroe le da tiempo a hacer de todo y el bichejo tarda una eternidad en recorrer cuatro pasos (o mejor, hebras).
A continuación viene una hembra y tres sicarios. De aspecto humano. Se explica que han adquirido ese aspecto no arácnido con el tiempo y que sólo les queda un rastro de su pasado como bichos de ocho patas: un pequeño tatuaje con forma de araña bajo el lóbulo de la oreja. La hembra viste túnica blanca y explica los planes de invasión con la ampulosidad y poca discreción propia de los villanos de serie B. Es la encargada de la observación del enemigo, la coordinación de sus sicarios y las armas de largo alcance. Ejecuta estas tareas con una extraña e imaginativa cortina de globos y bolitas, como un abáco deforme, enorme y vertical. Su uso aparenta ser muy complicado, pero Blue Demon, hacia el final, mueve un par de las bolas hacia arriba y hacia abajo y no vean la que arma. En el apartado de la observación a distancia del enemigo al final falla (Blue Demon se planta en el cuartel general, no sabemos cómo descubre el lugar, sin ser visto, y eso que le han estado siguiendo constantemente). Con las armas a distancia la verdad es que es ineficaz, porque pudiendo carbonizar a quien quieran pues eso, que no sabe sacarle provecho al asunto. Y en el terreno de la acción directa es un auténtico desastre, como verán más adelante.
Los tres sicarios también lo son (un desastre). Armarios actorales que visten con traje, corbata y capa como de vampiro con motivos y símbolos arácnidos tipo Spider-man. Obviamente acabarán desprendiéndose de tan poco discreto uniforme. Dos de ellos tienen un inigualable aspecto charro, cosas de la mutación, cosa que facilita que uno de ellos entre a trabajar como barrendero del gimnasio donde se entrena Blue Demon y haga de las suyas. Destaca, de entre el trío, un feo y enorme calvo. Como su aspecto es fácilmente reconocible (Blue Demon se enfrenta a él enseguida) le colocarán un horroroso peluquín y un bigote postizo. Argucias propias de una raza extraterrestre en claro declive.
Y Es que a Blue Demon no se le escapa ni un detalle. El luchador no sólo se muestra con una atlética agilidad (estaba en el mejor momento de su carrera y se refieren a él constantemente como El Campeón), sino como lo que aquí, en Catalunya, denominamos un ‘setciències’, un siete ciencias, un sabelotodo. Sus discursos y pláticas científicas y detectivescas son míticas entre los aficionados. Una uténtica biblioteca andante. Nada más empezar la película, la llegada de los invasores del espacio exterior le pilla en la carretera. A él, en su descapotable, nada le pasa, pero el conductor del vehículo que va delante lo fulminan con un rayo y queda convertido en una calavera humeante. Blue Demon lo tiene claro y así se lo explica a su ayudante: “Has oido hablar del autoincendio” y le larga una extensa y detallada explicación sobre lo que ahora conocemos como combustión espontánea que degenera en una confusa teoría sobre los neutrinos, más pequeños que un átomo, y las fuerzas de la antimateria que sólo fuerzas extraterrestres pueden haber aplicado sobre el infeliz conductor (que iba muy deprisa, así que ya saben los lectores fitipaldis: la velocidad es peligrosa por las más variadas razones). El caracter sabio y heroico de Blue Demon explica la razón por la que la policia acude a él cuando tienen ante sí problemas que se salen de lo normal. Al principio no le hacen mucho caso, pero luego, claro, le rinden pleitesía.
He nombrado al ayudante del protagonista enmascarado. Se trata de un joven escuálido con cara de tonto, pero a diferencia de la habitual contrapartida cómica cantinflinesca en esta ocasión se decanta del todo por lo filosófico, lo religioso y la casta relación que mantiene con su novia. El tipo, muy delgado, viste así como un jersei de triangulo con estampado de rombos como muy de estudiante de Salamanca de los años 50. Y con su novia mantiene un par de descacharrantes conversaciones de filosofía tontorrona: que si el infinito espacial es tan grande, que si se sienten pequeños, que para que matan los alienígenas, que si hay cosas y costumbres en la galaxia que la raza humana no puede entender. Diálogos para enmarcar que culminan con un casto beso en la mejilla o en la mano.
La novia, por cierto, les acompaña en sus investigaciones sin que venga mucho a cuento. Elemento débil del grupo de heroicos defensores de la humanidad (y sus cerebros) que impulsará a la hembra de la cortina de bolitas a la acción directa en otra memorable secuencia. Se introducirá en su habitación con forma de araña de goma que no se mueve (en unos delirantes y numerosos planos - contraplanos chica en la cama – araña de goma que no se mueve), luego, humo mediante, adquirirá su forma humana y empezará a rociar con un tubo como de desinfección de cucarachas. La novia tendrá tiempo de sacar un revolver del cajón, pegarle un disparo en la mano y la atacante, con una cara de espanto de aupa, pondra tierra de por medio.
Tamaño (y enésimo) fracaso provocará la presencia en la Tierra del último personaje destacable de la función, un conde aracnido, un fortachón enfundado en capa plateada y cortos calzones dorados a juego con la cinta de pelo que luce en su cara cartón de fairbackiano bigotillo. Un tipo rocoso que se infiltrará en el (¿excitante?) mundo de la lucha libre con el propósito de batir a Blue Demon, el campeón, en su propio terreno. A media pelea convertirá su mano derecha en una araña dentuda que suelta un veneno que te cagas si te muerde. Un refuerzo de altura. Si se fijan en el cartel de la película veran unas garras metálicas que atacan al protagonista enmascarado. Así como de la mítica Zarpa de Acero. Pura trola. Lo más cercano es la mano-araña del conde éste.
el conde de la mano araña por los suelos
Yo ya les digo que me lo pasé fenomenal y me reí a gusto con este título que pasa a formas parte de las perlas del cine coolzetoso que tanto agrada en este blog ausente. Su director, Federico Curiel, todo un clásico, se permite algunos curiosos experimentos visuales. Así, el aterrizaje de los ovnis es muy interesante, como con unas espirales de antimateria que les permite tocar suelo plácidamente, o la secuencia en que extraen sangre de un humano (no diré de quien) en un contrapicado y esta se derrama sobre el lente de la cámara. Otro contrapicado de Blue Demon en el interior de su descapotable resulta del todo inaudito. Tanto como el resto del metraje.
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