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9.2.05
EL CONCILIO DE LOS MONSTRUOS
Retomo, tras unos días, la revisión de la saga de Godzilla. Y lo hago la mar de contecto y disfrutando un montón ya que al fin y al cabo aún estamos en medio de la edad dorada del personaje y sus creadores. Le toca, pues, el turno, a la quinta entrega: Ghidorah, el dragón de tres cabezas (Ghidrah, the three-headed monster ; San daikaijû: Chikyu saidai no kessen). Dirigida por el maestro Honda en 1965.
Estamos ante un título clave en la saga de Godzilla. Por varios motivos: se produce el giro hacia el bien por parte del saurio radioactivo, se introduce el elemento extraterrestre que tanto juego dará en las próximas entregas y se trata del primer gran encuentro entre más de dos monstruos: cuatro en esta ocasión incluyendo el más famoso y mejor de sus enemigos (el Gidorah que da título), la recuperación de Rodan y el reencuentro con Mothra en su fase de oruga (tal y como la dejamos en la anterior y maravillosa entrega Godzilla contra los monstruos). Por cierto, que de oruga sólo hay una, la otra, como explican la aelitas (las diminutas gemelas sacerdotisas de Mothra), “murió”.
La Tierra se haya sumida en una ola de calor y una lluvia de meteoritos, aunque algunos cenizos consideran que son platillos volantes que vienen a comunicarnos que va a pasar algo muy grave. Del calor y de los meteoritos se ovidan pronto, pero sirven para establecer el argumento humano del filme, por un lado una periodista del programa Misterios del siglo XX que investiga el tema. Por otro al profesor Miura, un geólogo que acude a investigar un enorme meteorito de tonos rojizos (en la linea del huevo de Mothra de la anterior pero en la alta montaña y menos espectacular en su belleza visual) y extraños efectos magnéticos. Y luego tenemos a un policia que nos lleva a la trama (humana) más importante: la de la princesa poseída por un espíritu marciano.
japonés con traje ridículo
En efecto, la princesa y heredera al trono de un país exótico vuela hacia Japón. La muchacha, al parecer, está amenazada de muerte. Y el país es exótico: visten todos con tutús ajustados y cuellos de esos cervantinos. Alguien debería hacer un estudio sobre esa extraña complacencia nipona a vestirse de forma ridícula en sus películas de ci-fi-pop. Pues bien, la chica va en el avión cuando por la ventana una gran luz le dice que salga, que va a explotar el aparato. Y la chica va y lo hace, abre la puerta y se tira. Luego el avión explota. A la Princesa la veremos más adelante (interpretada, por cierto, por la exótica y hermosa Akiko Wakabayashi), sin recordar su pasado, diciendo que es marciana y advirtiendo de enormes desgracias. Primero que si va a resucitar Rodan. Lo hace. Luego que si Godzilla atacará un barco. Lo hace.
Finalmente, la gran advertencia, que se ha hecho de rogar, por cierto, ya podría haber ido directa al grano: a la Tierra ha llegado Gidorah, el gran monstruo que destruyó la civilización marciana hace 100 años. El tema cronológico no queda nada claro, la princesa, bajo hipnosis, narra hacia el final lo siguiente: “Soy mujer alienígena. De los pocos qu ellegaron desde Marte hace 3000 años. Mi antecesor se convirtió en terrícola y nuestro gran talento degeneró, desapareció igual que nuestra gran cultura. Lo único que queda es el instinto, la facultad de predecir el futuro”. Muy claro no me ha quedado, pero mejor es cuando un científico, haciendo rotar su bola del mundo, explica cómo ha sobrevivido la princesa a la caida desde el avión: “Sobrevivió porque cayó en un agujero de otra dimensión paralela. No sé si saben de qué se trata. Hay alrededor de nuestro mundo otros mundos paralelos de dimensiones diferentes al nuestro. La princesa está viva porque la dimensión abrió un agujero. Ella cayó dentro y se salvo”.
Toda esta trama humana sirve para ir engarzando el gran y maravilloso combate de monstruos que ofrece la película. También es cierto que en algunos momentos sólo sirve para interrumpirlo, especialmente al final, cuando uno quiere seguir viendo los jumos entre gigantes y no los tiroteos entre el policia y los conspiradores con la princesa de marras al fondo.
La oruga Mothra por la tele
Pero vayamos a los monstruos, al fin y al cabo el must de la función. El primero en aparecer es la oruga Mothra, y lo hace en un programa de televisión ante la petición de unos niños (el primer aunque muy escaso y breve detalle de infantilismo en la saga). Así, y pese a las risas del público, vemos a las aelinas conceder una entrevista, cantarse un temita y conectar en directo con la isla donde descansa la oruga sobreviviente. El siguiente en aparecer es Rodan. De nuevo, la recuperación de un monstruo que había protagonizado uno de los mejores kaijus de la Toho hasta la fecha: Rodan, Los hijos del volcán, rodado en 1956, poco después del primer Godzilla y con el estupendo tono terrorífico de éste. Rodan es una especie de saurio alado cuyo vuelo supersónico causa multitud de destrozos. Luego aparece Godzilla, que tras cargarse un barco, va directo a liarse de tortas con Rodan. Enseguida le vemos otear el cielio en primer plano. De hecho, el número de primeros planos de Godzilla aumenta mucho en esta peli en comparación con las anteriores. Así que tenemos al Gran G y a Rodan liandose a tortas a los pies del monte Fuji, en un repertorio que incluye picotazos, captura de Godzilla por la cola y posterior caida libre sobre tendido eléctrico y lanzamiento de piedras que rápido degenera en una especie de partido de tenis a cabezazos.
Y mientras estos dos se están montando su fiesta privada, Gidorah renace del meteorito. El dragón de tres cabezas, que al parecer tendría cierta inspiración en la tradición nipona, es, de largo, el más complejo de los monstruos de la Toho, el cuerpo a veces con un actor en su interior y los tres largos cuellos movidos por hilos, amplias alas y cola bífida trasera. Pues eso, que Gidorah es muy chungo y siembra la destrucción por doquier. Tanto que el gobierno se plantea el uso de bombas nucleares, afortunadamente las aelitas irrumpen en la conferencia de naciones para hacer una propuesta que es acogida con (inusitado) entusiasmo: Mothra convencerá a Godzilla y Rodan para luchar contra el dragón extraterrestre. El entusiasmo es tal que las aelitas, por segunda vez en la película, entonan su canción.
Godzilla, como siempre, a pedradas
Y llegamos así al momento cumbre del filme, aquel que da título al post. El concilio de los monstruos. Mothra irrumpe en la pelea entre Rodan y Godzilla y lanza su famoso fluido al primero, cosa que hace una tremenda gracia al segundo, que se sienta y todo esperando lo que tiene que decir la oruga. De toda la conversación nos enteramos porque en un monte cercano están las aelitas ejerciendo de eficaces traductoras a un grupo de humanos (con el profesor Miura y la periodista entre ellos). “No les importa la tierra y los hombres. Godzilla odia a los humanos. Siempre causan problemas no quiere ni oir hablar del tema. Rodan le da la razón”. Interesante afirmación, la de Godzilla odiando a los humanos, precisamente en el filme en que cambia de bando. Los monstruos van discutiendo mientras Ghidorah siembra el caos y los conspiradores persiguen a la princesa. Pese al razonable argumento de que si Gidorah destruye La Tierra saldrán perdiendo igual, los otros dos belicosos contertulios están de acuerdo en no actuar y hasta se piden disculpas por la pelea que tenían con un extraño jugueteo que casi se asemeja a un abrazo teletubiesco. Así que Mothra pasa de ellos y se va a por Gidorah.
Los Monstruos en pleno Concilio
Enseguida vemos que en solitario no es rival, pero en el momento en que las está pasando canutas llegan los refuerzos, antes tan reticentes, y empieza el festival de sopapos que todos estábamos empezando, un festival que incluye numerosos momentos de antología kaiju: choques aéreos entre Rodan y Gidorah, Godzilla trasladando a Mothra con ésta agarrada a la cola, las típicas estrategias de ocultación tras rocas mientras el dragón de tres cabezas lanza rayos, pedradas (algo en lo que Godzilla es un experto), rayos dirigidos a las partes nobles y al trasero de nuestro saurio radioactivo favorito, la oruga mordiendo la cola de Ghidorah, Rodan dando sus ya habituales picotazos en el craneo de su rival, o volando con Mothra a su espalda. Además, hay escenas de evacuación de humanos y destrozo rural, cada vez más caras de ver en el futuro de la serie. Al final, Ghidorah huirá como un cobarde al espacio exterior, el espíritu marciano abandonará el cuerpo de la princesa y Mothra regresará a su isla mientras unos sonrientes Rodan y Godzilla le dicen adiós desde un monte cercano. Las aventuras de Godzilla continuarán en Los Monstruos invaden la Tierra, toda una delicia de space-opera pulp de tonos chillones.
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