4.12.04

Haciendo el blogger en Sitges (V) : Takashi Miike tiene un problema (conmigo)

Izo es una de las películas que la organización ha negado a los acreditados de serie B. De todos modos estas cosas consiguen motivar una picaresca que creía olvidada. Me he colado. (Spaulding también, aunque en él es más habitual).

No acabo de entender el éxito de Miike entre la masa. Yo, de hecho, aún tengo que ver una película suya que realmente me maraville. En realidad, de gustarme, pocas (de las que he visto). Ichi, Audition y paren de contar. El año pasado ya me pasó con Guzu (o así). Un horror. La nada fílmica en mi cerebro. Y ahora el samurai este condenado a masacrar sin parar me ha resultado de agónica visión. Y no me creo los aplausos (tampoco demasiados) tras la proyección.

Entiendo que el tipo sufre de furor uterino por rodar películas. Algo que le emparentaría con el tío Jess. Cuatro pelis año. Una detrás de la otra. Sin parar. Cambiando de registro constantemente. Gore y yakuzas, musicales, inclasificables, gallos imitando Matrix, y ahora el samurai de los cojones. Un enfrentamiento continuo con todo tipo de gentes y criaturas. De escolares a vampiros, de demonios a ejecutivos, pasando, claro, por los inevitables yakuzas. Un ejercicio de deconstrucción de la violencia que consigue, eso sí, aburrir en su eterna lucha. Vamos, que el anunciado festival de katanas aburre ex profeso. La cosa se va viendo interrumpida de tarde en tarde por un insufrible trobador desafinado que ha arrancado los aplausos y risas del público en sus apariciones, que son, al fin y al cabo, lo mejor de la película junto a un diálogo sobre los conceptos de amor, democracia y nación. Y es que la película es profundamente japonesa. Tanto que imagino que ni los mismos japoneses la entienden del todo. Sí en lo básico, que es una reflexión pretenciosa y fálsamente surrealista sobre la esencia de lo nipón, sus tradiciones, el siglo XX y su emperador estéril. Por en medio, el delirio miikeista habitual, en algún momento (remoto) bello, a qué negarlo, pero insufrible por mi parte.

Sigo, pues, esperando la película del tipo éste que me explique el fenómeno, que encuentro sobredimensionado. Quizás el orden en que veo sus furiosos filmes (eso no lo puedo negar) no sea el adecuado. Esta madrugada tengo una entrada para Zebraman. ¿Le estoy dando demasiadas oportunidades? Mañana les diré.

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